SECRETARIOS DE DIOS O ESCRIBAS



   La profesión de escriba o secretario ha sido un oficio muy importante a lo largo de la historia, especialmente en lo que se refiere a los archivos y bibliotecas. En los primeros tiempos, los escribas eran los únicos que sabían escribir y leer. Los escribas solían tener cargos importantes en los palacios de los reyes. Se encargaban de los archivos y la burocracia. Eran muy estimados y respetadas.

   Más tarde, fueron siendo muchos los que aprendieron a escribir y a leer; con todo, eran los escribas los encargados oficiales de escribir.  El descubrimiento de los rollos del Mar Muerto ha demostrado una vez más la extraordinaria exactitud y precisión de los escribas. A casi dos mil años de distancia, estos rollos, en su mayor parte bíbñicos, apenas presentan diferencias apreciables con nuestra Biblia actual. La Torah de Moisés y los demás libros del Antiguo y Nuevo Testamento se han ido transmitiendo y conservando de generación en generación, gracias a la labor cuidadosa y esmerada de los escribas.

    El escriba era una persona importante en toda ciudad. Equivalían, más o menos, como nuestros nuestros procuradores y abogados de hoy. Tenían su "despacho" cerca de las puertas de la ciudad, donde se hacían toda clase de contratos y transacciones. Se recurría a él para formalizar documentos legales y para hacer testamentos. Si alguien necesitaba una carta importante, era él quien la escribía y la enviaba.

   Otros escribas tenían cargos en el gobierno. Eran los encargados de los registros y los archivos. Llevaban las cuentas y elaboraban los censos o empadronamientos, con el fin de cobrar impuestos o tributos. Los profesionales de alto rango  tenían a su servicio escribas permanentes, que les hacían de secretarios. Otro quehacer importante de los escribas era copiar manuscritos. El oficio de copiar y reproducir manuscritos, sobre todo cuando se trataba de los libros bíblicos, era considerado como algo sagrado. Existían para éstos reglas e instrucciones muy estrictas, y los escribas ponían el máximo cuidado y esmero en evitar erratas y equivocaciones. Existían, asimismo, controles y comprobaciones que les ayudaban. Por ejemplo, contaban las líneas para ver si concidían con las del original. A veces, un segundo escriba repasaba toda la copia.

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(Samuel Miranda)