XIV ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA
La vocación y la misión
de la familia
en la Iglesia y en el mundo contemporáneo
LINEAMENTA
Ciudad del Vaticano
2014
ÍNDICE
Prefacio
Relatio Synodi de la III Asamblea General Extraordinaria
Introducción
I Parte
La escucha: el contexto y los desafíos de la familia
El contexto sociocultural
La importancia de la vida afectiva
El desafío para la pastoral
II Parte
La mirada fija en Cristo: el Evangelio de la familia
La mirada fija en Jesús y la pedagogía divina en la historia
de la salvación
La familia en el designio salvífico de Dios
La familia en los documentos de la Iglesia
La indisolubilidad del matrimonio y el gozo de vivir juntos
Verdad y belleza de la familia y misericordia para con las familias heridas
y frágiles
III Parte
La confrontación: perspectivas pastorales
Anunciar el Evangelio de la familia hoy, en los diversos contextos
Guiar a los prometidos en el camino de preparación al matrimonio
Acompañar en los primeros años de la vida matrimonial
Solicitud pastoral por quienes viven en el matrimonio civil o en convivencias
Cuidar de las familias heridas (separados, divorciados no vueltos a casar,
divorciados vueltos a casar, familias monoparentales)
La atención pastoral por las personas con orientación homosexual
La transmisión de la vida y el desafío de la disminución
de la natalidad
El desafío de la educación y el rol de la familia en la evangelización
Conclusión
Preguntas sobre la recepción y La profundización de la Relatio
Synodi
Pregunta previa referida a todas las secciones de la Relatio Synodi
Preguntas sobre la I parte
La escucha: el contexto y los desafíos de la familia
El contexto sociocultural
La importancia de la vida afectiva
El desafío para la pastoral
Preguntas sobre la II parte
La mirada fija en Cristo: el Evangelio de la familia
La mirada fija en Jesús y la pedagogía divina en la historia
de la salvación
La familia en el designio salvífico de Dios
La familia en los documentos de la Iglesia
La indisolubilidad del matrimonio y el gozo de vivir juntos
Verdad y belleza de la familia y misericordia para con las familias heridas
y frágiles
Preguntas sobre la III parte
La confrontación: perspectivas pastorales
Anunciar el Evangelio de la familia hoy, en los diversos contextos
Guiar a los prometidos en el camino de preparación al matrimonio
Acompañar en los primeros años de la vida matrimonial
Solicitud pastoral por quienes viven en el matrimonio civil o en convivencias
Cuidar de las familias heridas (separados, divorciados no vueltos a casar,
divorciados vueltos a casar, familias monoparentales)
La atención pastoral por las personas con tendencia homosexual
La transmisión de la vida y el desafío de la disminución
de la natalidad
El desafío de la educación y el rol de la familia en la evangelización
PREFACIO
Al terminar la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo
de los Obispos sobre Los desafíos pastorales de la familia en el contexto
de la evangelización, celebrada en el 2014, el Papa Francisco decidió
dar a conocer públicamente la Relatio Synodi, documento con el cual
se concluyeron los trabajos sinodales. Al mismo tiempo, el Santo Padre indicó
que este documento constituirá los Lineamenta para la XIV Asamblea
General Ordinaria sobre el tema La vocación y la misión de
la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo,
que tendrá lugar del 4 al 25 de octubre de 2015.
La Relatio Synodi, que se envía como Lineamenta, termina
con estas palabras: “Las reflexiones propuestas, fruto del trabajo sinodal
que tuvo lugar en un clima de gran libertad y en un estilo de escucha mutua,
desean plantear cuestiones e indicar perspectivas que deberán ser
maduradas y precisadas por la reflexión de las Iglesias locales durante
el año que nos separa de la Asamblea General Ordinaria del Sínodo
de los Obispos prevista para octubre de 2015” (Relatio Synodi, n. 62).
A los Lineamenta se agrega una serie de preguntas para conocer
la recepción del documento y para estimular la profundización
del trabajo iniciado en el curso de la Asamblea Extraordinaria. Se trata
de “repensar con renovada frescura y entusiasmo lo que la revelación,
transmitida en la fe de la Iglesia, nos dice sobre la belleza y sobre la
dignidad de la familia” (Relatio Synodi, n. 4). En esta perspectiva, estamos
llamados a vivir un año “para madurar, con verdadero discernimiento
espiritual, las ideas propuestas y encontrar soluciones concretas a tantas
dificultades e innumerables desafíos que las familias deben afrontar”
(Papa Francisco, Discurso conclusivo, 18 de octubre de 2014). El resultado
de esta consultación junto con la Relatio Synodi constituirá
el material para el Instrumentum laboris de la XIV Asamblea General Ordinaria
del 2015.
Se invita a las Conferencias Episcopales a elegir las modalidades
adecuadas para tal finalidad implicando a todos los componentes de las iglesias
particulares e instituciones académicas, organizaciones, agregaciones
laicas y otras instancias eclesiales.
RELATIO SYNODI
de la
III Asamblea General Extraordinaria
(5 – 19 de octubre de 2014)
Introducción
1. El Sínodo de los Obispos reunido en torno al Papa dirige su pensamiento
a todas las familias del mundo con sus alegrías, fatigas y esperanzas.
En particular, siente el deber de agradecer al Señor la generosa fidelidad
con la cual tantas familias cristianas responden a su vocación y misión.
Lo hacen con alegría y con fe incluso cuando en el camino familiar
encuentran obstáculos, incomprensiones y sufrimientos. A estas familias
va el aprecio, el agradecimiento y el aliento de toda la Iglesia y de este
Sínodo. En la vigilia de oración celebrada en la Plaza de San
Pedro el sábado 4 de octubre de 2014 en preparación al Sínodo
de la familia, el Papa Francisco evocó de manera simple y concreta
la centralidad de la experiencia familiar en la vida de todos, expresándose
así: «Cae ya la noche en nuestra asamblea. Es la hora en la
que se regresa a casa de buen grado para encontrarse en la misma mesa, en
el espesor de los afectos, del bien realizado y recibido, de los encuentros
que enardecen el corazón y lo hacen crecer, buen vino que anticipa
en los días del hombre la fiesta sin ocaso. Es también la hora
más fuerte para quien se encuentra cara a cara con su propia soledad,
en el crepúsculo amargo de sueños y proyectos destrozados:
cuántas personas arrastran sus días en el callejón ciego
de la resignación, del abandono, si no del rencor; en cuántas
casas ha faltado el vino de la alegría y, por lo tanto, el sabor —la
sabiduría misma— de la vida... De unos y de otros nos hacemos voz
esta noche con nuestra oración, una oración para todos».
2. Regazo de alegrías y pruebas, de afectos profundos y de relaciones
a veces heridas, la familia es una auténtica “escuela de humanidad”
(cfr. Gaudium et Spes, 52), de la que se percibe fuertemente la necesidad.
A pesar de las numerosas señales de crisis de la institución
familiar en los diversos contextos de la “aldea global”, el deseo de familia
permanece vivo, especialmente entre los jóvenes, y esto motiva a la
Iglesia, experta en humanidad y fiel a su misión, a anunciar sin descanso
y con profunda convicción el “Evangelio de la familia” que le fue
encomendado con la revelación del amor de Dios en Jesucristo e ininterrumpidamente
enseñado por los Padres, los Maestros de espiritualidad y el Magisterio
de la Iglesia. La familia asume para la Iglesia una importancia del todo
particular y en un momento en que se invita a todos los creyentes a salir
de sí mismos es necesario redescubrir la familia como sujeto imprescindible
para la evangelización. El pensamiento va al testimonio misionero
de tantas familias.
3. El Obispo de Roma invitó al Sínodo de los Obispos, reunido
en su Asamblea General Extraordinaria de octubre de 2014, a reflexionar sobre
la realidad de la familia, decisiva y preciosa, para profundizar después
la reflexión en la Asamblea General Ordinaria que tendrá lugar
en octubre de 2015, así como durante todo el año que transcurrirá
entre los dos eventos sinodales. «El convenire in unum alrededor del
Obispo de Roma ya es un evento de gracia, en el cual la colegialidad episcopal
se manifiesta en un camino de discernimiento espiritual y pastoral»:
así describió el Papa Francisco la experiencia sinodal, indicando
como tarea escuchar tanto los signos de Dios como los de la historia de los
hombres, y vivir la consiguiente doble y única fidelidad a ambos.
4. A la luz de este mismo discurso, hemos reunido los resultados de nuestras
reflexiones y conversaciones en las tres partes siguientes: la escucha, para
mirar la realidad de la familia hoy, en la complejidad de sus luces y sombras;
la mirada fija en Cristo para repensar con renovada frescura y entusiasmo
lo que la revelación, transmitida en la fe de la Iglesia, nos dice
sobre la belleza y sobre la dignidad de la familia; la confrontación
con el Señor Jesús a fin de discernir los caminos para renovar
la Iglesia y la sociedad en su compromiso por la familia basada en el matrimonio
entre hombre y mujer.
Primera parte
La escucha: el contexto y los desafíos de la familia
El contexto sociocultural
5. Fieles a las enseñanzas de Cristo miramos a la realidad de la familia
hoy en toda su complejidad, en sus luces y sombras. Pensamos en los padres,
los abuelos, los hermanos y hermanas, los familiares próximos y lejanos,
y en el vínculo entre dos familias que se crea con cada matrimonio.
El cambio antropológico-cultural hoy influye en todos los aspectos
de la vida y requiere un enfoque analítico y diversificado. Hay que
subrayar ante todo los aspectos positivos: la mayor libertad de expresión
y el reconocimiento más amplio de los derechos de la mujer y de los
niños, al menos en algunas regiones. Pero, por otra parte, también
hay que considerar el creciente peligro que representa un individualismo
exasperado que desvirtúa los vínculos familiares y acaba por
considerar a cada componente de la familia como una isla, haciendo que prevalezca,
en ciertos casos, la idea de un sujeto que se construye según sus
propios deseos asumidos con carácter absoluto. A esto se añade
la crisis de la fe que afecta a tantos católicos y que a menudo está
en el origen de las crisis del matrimonio y de la familia.
6. Una de las mayores pobrezas de la cultura actual es la soledad, fruto
de la ausencia de Dios en la vida de las personas y de la fragilidad de las
relaciones. Asimismo, hay una sensación general de impotencia frente
a la realidad socioeconómica que a menudo acaba por aplastar a las
familias. Esto se debe a la creciente pobreza y precariedad laboral que a
veces se vive como una auténtica pesadilla, o a una fiscalidad demasiado
alta que ciertamente no alienta a los jóvenes a contraer matrimonio.
Con frecuencia las familias se sienten abandonadas por el desinterés
y la poca atención de las instituciones. Las consecuencias negativas
desde el punto de vista de la organización social son evidentes: de
la crisis demográfica a las dificultades educativas, de la fatiga
a la hora de acoger la vida naciente al sentir la presencia de los ancianos
como un peso, hasta el difundirse de un malestar afectivo que a veces llega
a la violencia. El Estado tiene la responsabilidad de crear las condiciones
legislativas y laborales para garantizar el futuro de los jóvenes
y ayudarlos a realizar su proyecto de formar una familia.
7. Existen contextos culturales y religiosos que plantean desafíos
particulares. En algunas sociedades todavía está en vigor la
práctica de la poligamia y en algunos contextos tradicionales la costumbre
del “matrimonio por etapas”. En otros contextos permanece la práctica
de los matrimonios combinados. En los países en que la presencia de
la Iglesia Católica es minoritaria son numerosos los matrimonios mixtos
y de disparidad de culto, con todas las dificultades que conllevan respecto
a la configuración jurídica, al bautismo y a la educación
de los hijos y al respeto mutuo desde el punto de vista de la diversidad
de la fe. Estos matrimonios corren el riesgo del relativismo o de la indiferencia,
pero a su vez pueden representar una buena posibilidad para favorecer el
espíritu ecuménico y el diálogo interreligioso en una
armoniosa convivencia de comunidades que viven en el mismo lugar. En numerosos
contextos, y no sólo occidentales, se está ampliamente difundiendo
la praxis de la convivencia que precede al matrimonio, así como convivencias
no orientadas a asumir la forma de un vínculo institucional. A esto
se añade a menudo una legislación civil que compromete el matrimonio
y la familia. A causa de la secularización en muchas partes del mundo
la referencia a Dios ha disminuido fuertemente y la fe ya no es un hecho
socialmente compartido.
8. Son muchos los niños que nacen fuera del matrimonio, especialmente
en algunos países, y muchos los que después crecen con uno
solo de los padres o en un contexto familiar ampliado o reconstituido. El
número de divorcios es creciente y no es raro el caso de opciones
determinadas únicamente por factores de orden económico. Con
frecuencia los niños son motivo de contienda entre los padres y además
los hijos son las verdaderas víctimas de las laceraciones familiares.
Los padres a menudo están ausentes —no sólo por causas económicas—
precisamente allí donde se percibe la necesidad de que ellos asuman
más claramente la responsabilidad de los hijos y de la familia. Todavía
es preciso defender y promover la dignidad de la mujer. En efecto, hoy en
muchos contextos ser mujer es objeto de discriminación, y con frecuencia
se penaliza el don de la maternidad en lugar de presentarlo como un valor.
Tampoco hay que olvidar los crecientes fenómenos de violencia de los
que son víctimas las mujeres, a veces lamentablemente también
en el seno de las familias, ni la grave y difundida mutilación genital
de la mujer en algunas culturas. Por otro lado, la explotación sexual
de la infancia constituye una de las realidades más escandalosas y
perversas de la sociedad actual. Asimismo, en las sociedades golpeadas por
la violencia a causa de la guerra, del terrorismo o de la presencia del crimen
organizado, se dan situaciones familiares deterioradas y sobre todo en las
grandes metrópolis y en sus periferias crece el llamado fenómeno
de los niños de la calle. Las migraciones, por su parte, representan
otro signo de los tiempos que hay que afrontar y comprender con toda la carga
de consecuencias sobre la vida familiar.
La importancia de la vida afectiva
9. Frente al cuadro social delineado, en muchas partes del mundo, se observa
en los individuos una mayor necesidad de cuidar la propia persona, de conocerse
interiormente, de vivir mejor en sintonía con las propias emociones
y los propios sentimientos, de buscar relaciones afectivas de calidad. Esta
justa aspiración puede abrir al deseo de comprometerse en construir
relaciones de entrega y reciprocidad creativas, solidarias y que responsabilicen,
como las familiares. El peligro individualista y el riesgo de vivir en clave
egoísta son relevantes. El desafío para la Iglesia es ayudar
a los esposos a una maduración de la dimensión emocional y
al desarrollo afectivo promoviendo el diálogo, la virtud y la confianza
en el amor misericordioso de Dios. El pleno compromiso que se requiere en
el matrimonio cristiano puede ser un fuerte antídoto a la tentación
de un individualismo egoísta.
10. En el mundo actual no faltan tendencias culturales que parece que impongan
una afectividad sin límites de la que se quieren explorar todos los
aspectos, incluso los más complejos. De hecho, la cuestión
de la fragilidad afectiva es de gran actualidad: una afectividad narcisista,
inestable y cambiante que no siempre ayuda a los sujetos a alcanzar una mayor
madurez. Preocupa una cierta difusión de la pornografía y de
la comercialización del cuerpo, favorecida entre otras cosas por un
uso desequilibrado de Internet, al igual que hay que denunciar la situación
de las personas que se ven obligadas a practicar la prostitución.
En este contexto, a menudo los cónyuges se sienten inseguros, indecisos
y les cuesta encontrar los modos para crecer. Son numerosos los que suelen
quedarse en los estadios primarios de la vida emocional y sexual. La crisis
de los esposos desestabiliza la familia y a través de las separaciones
y los divorcios puede llegar a tener serias consecuencias para los adultos,
los hijos y la sociedad, debilitando al individuo y los vínculos sociales.
Asimismo, el descenso demográfico, debido a una mentalidad antinatalista
y promovido por las políticas mundiales de salud reproductiva, no
sólo determina una situación en la cual el sucederse de las
generaciones ya no está asegurado, sino que se corre el riesgo de
que con el tiempo lleve a un empobrecimiento económico y a una pérdida
de esperanza en el futuro. El avance de las biotecnologías también
ha tenido un fuerte impacto sobre la natalidad.
El desafío para la pastoral
11. En este contexto la Iglesia siente la necesidad de decir una palabra
de verdad y de esperanza. Es preciso partir de la convicción de que
el hombre viene de Dios y, por tanto, de que una reflexión capaz de
volver a proponer las grandes preguntas acerca del significado del ser hombres,
encontrará un terreno fértil en las expectativas más
profundas de la humanidad. Los grandes valores del matrimonio y de la familia
cristiana corresponden a la búsqueda que impregna la existencia humana
también en este tiempo marcado por el individualismo y el hedonismo.
Hay que acoger a las personas con su existencia concreta, saber sostener
su búsqueda, alentar el deseo de Dios y la voluntad de sentirse plenamente
parte de la Iglesia, incluso en quien ha experimentado el fracaso o se encuentra
en las situaciones más disparatadas. El mensaje cristiano siempre
lleva en sí mismo la realidad y la dinámica de la misericordia
y de la verdad, que en Cristo convergen.
II Parte
La mirada fija en Cristo: el Evangelio de la familia
La mirada fija en Jesús y la pedagogía divina
en la historia de la salvación
12. A fin de «verificar nuestro paso en el terreno de los desafíos
contemporáneos, la condición decisiva es mantener fija la mirada
en Jesucristo, detenerse en la contemplación y en la adoración
de su rostro [...]. En efecto, cada vez que volvemos a la fuente de la experiencia
cristiana se abren caminos nuevos y posibilidades inesperadas» (Papa
Francisco, Discurso del 4 de octubre de 2014). Jesús miró a
las mujeres y a los hombres con los que se encontró con amor y ternura,
acompañando sus pasos con verdad, paciencia y misericordia, al anunciar
las exigencias del Reino de Dios.
13. Puesto que el orden de la creación está determinado por
la orientación a Cristo, hay que distinguir sin separar los diversos
grados mediante los cuales Dios comunica a la humanidad la gracia de la alianza.
En razón de la pedagogía divina, según la cual el orden
de la creación evoluciona en el de la redención mediante etapas
sucesivas, es necesario comprender la novedad del sacramento nupcial cristiano
en continuidad con el matrimonio natural de los orígenes. Así
aquí se entiende el modo de actuar salvífico de Dios, tanto
en la creación como en la vida cristiana. En la creación: puesto
que todas las cosas fueron creadas por medio de Cristo y para Cristo (cfr.
Col 1,16), los cristianos deben «descubrir gozosa y respetuosamente
las semillas del Verbo latentes en ellas; pero, al mismo tiempo, deben estar
atentos a la profunda transformación que se produce entre las gentes»
(Ad Gentes, 11). En la vida cristiana: en cuanto con el bautismo el creyente
es introducido en la Iglesia mediante la Iglesia doméstica, que es
su familia, él emprende ese «proceso dinámico, que avanza
gradualmente con la progresiva integración de los dones de Dios»
(Familiaris Consortio, 9), mediante la conversión continua al amor
que salva del pecado y dona plenitud de vida.
14. Jesús mismo, refiriéndose al designio primigenio sobre
el hombre y la mujer, reafirma la unión indisoluble entre ellos, si
bien diciendo que «por la dureza de vuestro corazón os permitió
Moisés repudiar a vuestras mujeres; pero, al principio, no era así»
(Mt 19,8). La indisolubilidad del matrimonio («Lo que Dios ha unido,
que no lo separe el hombre» Mt 19,6), no hay que entenderla ante todo
como un “yugo” impuesto a los hombres sino como un “don” hecho a las personas
unidas en matrimonio. De ese modo, Jesús muestra que la condescendencia
divina acompaña siempre el camino humano, sana y transforma el corazón
endurecido con su gracia, orientándolo hacia su principio, a través
del camino de la cruz. De los Evangelios emerge claramente el ejemplo de
Jesús, que es paradigmático para la Iglesia. Jesús,
en efecto, asumió una familia, inició sus milagros en la fiesta
nupcial en Caná, anunció el mensaje concerniente al significado
del matrimonio como plenitud de la revelación que recupera el proyecto
originario de Dios (cfr. Mt 19,3). Sin embargo, al mismo tiempo puso en práctica
la doctrina enseñada, manifestando así el verdadero significado
de la misericordia. Esto se ve claramente en los encuentros con la samaritana
(cfr. Jn 4,1-30) y con la adultera (cfr. Jn 8,1-11) en los que Jesús,
con una actitud de amor hacia la persona pecadora, lleva al arrepentimiento
y a la conversión («Anda, y en adelante no peques más»),
condición para el perdón.
La familia en el designio salvífico de Dios
15. Las palabras de vida eterna que Jesús dejó a sus discípulos
comprendían la enseñanza sobre el matrimonio y la familia.
Esta enseñanza de Jesús nos permite distinguir tres etapas
fundamentales en el proyecto de Dios sobre el matrimonio y la familia. Al
inicio, está la familia de los orígenes, cuando Dios creador
instituyó el matrimonio primordial entre Adán y Eva, como sólido
fundamento de la familia. Dios no sólo creó al ser humano hombre
y mujer (cfr. Gén 1,27), sino que los bendijo para que fueran fecundos
y se multiplicaran (cfr. Gén 1,28). Por esto, «abandonará
el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán
los dos una sola carne» (Gén 2,24). Esta unión, dañada
por el pecado, se convirtió en la forma histórica de matrimonio
en el Pueblo de Dios, por lo cual Moisés concedió la posibilidad
de escribir un acta de divorcio (cfr. Dt 24, 1ss). Dicha forma era predominante
en tiempos de Jesús. Con su venida y la reconciliación del
mundo caído gracias a la redención que Él obró,
terminó la era inaugurada con Moisés.
16. Jesús, que reconcilió cada cosa en sí misma, volvió
a llevar el matrimonio y la familia a su forma original (cfr. Mc 10,1-12).
La familia y el matrimonio fueron redimidos por Cristo (cfr. Ef 5,21-32),
restaurados a imagen de la Santísima Trinidad, misterio del que brota
todo amor verdadero. La alianza esponsal, inaugurada en la creación
y revelada en la historia de la salvación, recibe la plena revelación
de su significado en Cristo y en su Iglesia. De Cristo mediante la Iglesia,
el matrimonio y la familia reciben la gracia necesaria para testimoniar el
amor de Dios y vivir la vida de comunión. El Evangelio de la familia
atraviesa la historia del mundo desde la creación del hombre a imagen
y semejanza de Dios (cfr. Gén 1, 26-27) hasta el cumplimiento del
misterio de la Alianza en Cristo al final de los siglos con las bodas del
Cordero (cfr. Ap 19,9; Juan Pablo II, Catequesis sobre el amor humano).
La familia en los documentos de la Iglesia
17. «A lo largo de los siglos, la Iglesia no ha dejado de ofrecer su
enseñanza constante sobre el matrimonio y la familia. Una de las expresiones
más altas de este Magisterio la propuso el Concilio Ecuménico
Vaticano II, en la Constitución pastoral Gaudium et Spes, que dedica
un capítulo entero a la promoción de la dignidad del matrimonio
y la familia (cfr. Gaudium et Spes, 47-52). Define el matrimonio como comunidad
de vida y de amor (cfr. Gaudium et Spes, 48), poniendo el amor en el centro
de la familia, mostrando, al mismo tiempo, la verdad de ese amor frente a
las diversas formas de reduccionismo presentes en la cultura contemporánea.
El “verdadero amor entre marido y mujer” (Gaudium et Spes, 49) implica la
entrega mutua, incluye e integra la dimensión sexual y la afectividad,
conformemente al designio divino (cfr. Gaudium et Spes, 48-49). Además,
Gaudium et Spes 48 subraya el arraigo en Cristo de los esposos: Cristo Señor
“sale al encuentro de los esposos cristianos en el sacramento del matrimonio”,
y permanece con ellos. En la encarnación, Él asume el amor
humano, lo purifica, lo lleva a plenitud, y dona a los esposos, con su Espíritu,
la capacidad de vivirlo, impregnando toda su vida de fe, esperanza y caridad.
De este modo, los esposos son consagrados y, mediante una gracia propia,
edifican el Cuerpo de Cristo y constituyen una Iglesia doméstica (cfr.
Lumen Gentium, 11), de manera que la Iglesia, para comprender plenamente
su misterio, mira a la familia cristiana, que lo manifiesta de modo genuino»
(Instrumentum Laboris, 4).
18. «Siguiendo las huellas del Concilio Vaticano II, el Magisterio
pontificio ha ido profundizando la doctrina sobre el matrimonio y la familia.
En particular Pablo VI, con la Encíclica Humanae Vitae, puso de relieve
el vínculo íntimo entre amor conyugal y engendramiento de la
vida. San Juan Pablo II dedicó especial atención a la familia
mediante sus catequesis sobre el amor humano, la Carta a las familias (Gratissimam
Sane) y sobre todo con la Exhortación Apostólica Familiaris
Consortio. En esos documentos, el Pontífice definió a la familia
“vía de la Iglesia”; ofreció una visión de conjunto
sobre la vocación al amor del hombre y la mujer; propuso las líneas
fundamentales para la pastoral de la familia y para la presencia de la familia
en la sociedad. En particular, tratando de la caridad conyugal (cfr. Familiaris
Consortio, 13), describió el modo como los cónyuges, en su
mutuo amor, reciben el don del Espíritu de Cristo y viven su llamada
a la santidad» (Instrumentum Laboris, 5).
19. «Benedicto XVI, en la Encíclica Deus Caritas Est, retomó
el tema de la verdad del amor entre hombre y mujer, que se ilumina plenamente
sólo a la luz del amor de Cristo crucificado (cfr. Deus Caritas Est,
2). Él recalca que: “El matrimonio basado en un amor exclusivo y definitivo
se convierte en el icono de la relación de Dios con su pueblo y, viceversa,
el modo de amar de Dios se convierte en la medida del amor humano” (Deus
Caritas Est, 11). Además, en la Encíclica Caritas in Veritate,
pone de relieve la importancia del amor como principio de vida en la sociedad
(cfr. Caritas in Veritate, 44), lugar en el que se aprende la experiencia
del bien común» (Instrumentum Laboris, 6).
20. «El Papa Francisco, en la Encíclica Lumen Fidei, al afrontar
el vínculo entre la familia y la fe, escribe: “El encuentro con Cristo,
el dejarse aferrar y guiar por su amor, amplía el horizonte de la
existencia, le da una esperanza sólida que no defrauda. La fe no es
un refugio para gente pusilánime, sino que ensancha la vida. Hace
descubrir una gran llamada, la vocación al amor, y asegura que este
amor es digno de fe, que vale la pena ponerse en sus manos, porque está
fundado en la fidelidad de Dios, más fuerte que todas nuestras debilidades”
(Lumen Fidei, 53)» (Instrumentum Laboris, 7).
La indisolubilidad del matrimonio y el gozo de vivir juntos
21. El don recíproco constitutivo del matrimonio sacramental arraiga
en la gracia del bautismo, que establece la alianza fundamental de toda persona
con Cristo en la Iglesia. En la acogida mutua y con la gracia de Cristo los
novios se prometen entrega total, fidelidad y apertura a la vida, y además
reconocen como elementos constitutivos del matrimonio los dones que Dios
les ofrece, tomando en serio su mutuo compromiso, en su nombre y frente a
la Iglesia. Ahora bien, la fe permite asumir los bienes del matrimonio como
compromisos que se pueden sostener mejor mediante la ayuda de la gracia del
sacramento. Dios consagra el amor de los esposos y confirma su indisolubilidad,
ofreciéndoles la ayuda para vivir la fidelidad, la integración
recíproca y la apertura a la vida. Por tanto, la mirada de la Iglesia
se dirige a los esposos como al corazón de toda la familia, que a
su vez dirige su mirada hacia Jesús.
22. En la misma perspectiva, haciendo nuestra la enseñanza del Apóstol
según el cual todo fue creado por Cristo y para Cristo (cfr. Col 1,16),
el Concilio Vaticano II quiso expresar su estima por el matrimonio natural
y por los elementos válidos presentes en las otras religiones (cfr.
Nostra Aetate, 2) y en las culturas, a pesar de sus límites e insuficiencias
(cfr. Redemptoris Missio, 55). La presencia de los semina Verbi en las culturas
(cfr. Ad Gentes, 11) también se podría aplicar, en ciertos
aspectos, a la realidad matrimonial y familiar de numerosas culturas y de
personas no cristianas. Por tanto, también hay elementos válidos
en algunas formas fuera del matrimonio cristiano —siempre fundado en la relación
estable y verdadera entre un hombre y una mujer—, que en cualquier caso consideramos
orientadas a éste. Con la mirada puesta en la sabiduría humana
de pueblos y culturas, la Iglesia reconoce también esta familia como
la célula básica necesaria y fecunda de la convivencia humana.
Verdad y belleza de la familia y misericordia para con las familias heridas
y frágiles
23. Con íntimo gozo y profunda consolación, la Iglesia mira
a las familias que permanecen fieles a las enseñanzas del Evangelio,
agradeciéndoles el testimonio que dan y alentándolas. Gracias
a ellas, en efecto, se hace creíble la belleza del matrimonio indisoluble
y fiel para siempre. En la familia, «que se podría llamar Iglesia
doméstica» (Lumen Gentium, 11), madura la primera experiencia
eclesial de la comunión entre personas, en la que se refleja, por
gracia, el misterio de la Santa Trinidad. «Aquí se aprende la
paciencia y el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso,
incluso reiterado, y sobre todo el culto divino por medio de la oración
y la ofrenda de la propia vida» (Catecismo de la Iglesia Católica,
1657). En esto la Santa Familia de Nazaret es el modelo admirable, en cuya
escuela «se comprende la necesidad de tener una disciplina espiritual,
si se quiere seguir la doctrina del Evangelio y llegar a ser discípulos
de Cristo» (Pablo VI, Discurso en Nazaret, 5 de enero de 1964). El
Evangelio de la familia, alimenta también estas semillas que todavía
esperan madurar, y tiene que hacerse cargo de los árboles que han
perdido vitalidad y necesitan que no se les descuide.
24. La Iglesia, maestra segura y madre atenta, aunque reconozca que para
los bautizados no hay otro vínculo nupcial que no sea el sacramental,
y que toda ruptura de éste va contra la voluntad de Dios, también
es consciente de la fragilidad de muchos de sus hijos, a los que les cuesta
el camino de la fe. «Por lo tanto, sin disminuir el valor del ideal
evangélico, hay que acompañar con misericordia y paciencia
las etapas posibles de crecimiento de las personas que se van construyendo
día a día. […]. Un pequeño paso, en medio de grandes
límites humanos, puede ser más agradable a Dios que la vida
exteriormente correcta de quien transcurre sus días sin enfrentar
importantes dificultades. A todos debe llegar el consuelo y el estímulo
del amor salvífico de Dios, que obra misteriosamente en cada persona,
más allá de sus defectos y caídas» (Evangelii
Gaudium, 44).
25. Respecto a un enfoque pastoral dirigido a las personas que han contraído
matrimonio civil, que son divorciados y vueltos a casar, o que simplemente
conviven, compete a la Iglesia revelarles la divina pedagogía de la
gracia en sus vidas y ayudarles a alcanzar la plenitud del designio que Dios
tiene para ellos. Siguiendo la mirada de Cristo, cuya luz alumbra a todo
hombre (cfr. Jn 1,9; Gaudium et Spes, 22) la Iglesia mira con amor a quienes
participan en su vida de modo incompleto, reconociendo que la gracia de Dios
también obra en sus vidas, dándoles la valentía para
hacer el bien, para hacerse cargo con amor el uno del otro y estar al servicio
de la comunidad en la que viven y trabajan.
26. La Iglesia guarda con preocupación a la desconfianza de tantos
jóvenes hacia el compromiso conyugal, sufre por la precipitación
con la que tantos fieles deciden poner fin al vínculo asumido, instaurando
otro. Estos fieles, que forman parte de la Iglesia, necesitan una atención
pastoral misericordiosa y alentadora, distinguiendo adecuadamente las situaciones.
Es preciso alentar a los jóvenes bautizados a no dudar ante la riqueza
que el sacramento del matrimonio procura a sus proyectos de amor, con la
fuerza del sostén que reciben de la gracia de Cristo y de la posibilidad
de participar plenamente en la vida de la Iglesia.
27. En ese sentido, una dimensión nueva de la pastoral familiar hodierna
consiste en prestar atención a la realidad de los matrimonios civiles
entre hombre y mujer, a los matrimonios tradicionales y, salvando las debidas
diferencias, también a las convivencias. Cuando la unión alcanza
una estabilidad notable mediante un vínculo público, está
connotada de afecto profundo, de responsabilidad por la prole, de capacidad
de superar las pruebas, puede ser vista como una ocasión de acompañamiento
en la evolución hacia el sacramento del matrimonio. En cambio, con
mucha frecuencia, la convivencia no se establece con vistas a un posible
futuro matrimonio, sino más bien sin ninguna intención de entablar
una relación institucional.
28. Conforme a la mirada misericordiosa de Jesús, la Iglesia debe
acompañar con atención y cuidado a sus hijos más frágiles,
marcados por el amor herido y extraviado, dándoles de nuevo confianza
y esperanza, como la luz del faro de un puerto o de una antorcha llevada
en medio de la gente para iluminar a quienes han perdido el rumbo o se encuentran
en medio de la tempestad. Conscientes de que la mayor misericordia es decir
la verdad con amor, vayamos más allá de la compasión.
El amor misericordioso, al igual que atrae y une, transforma y eleva. Invita
a la conversión. Así entendemos la enseñanza del Señor,
que no condena a la mujer adúltera, pero le pide que no peque más
(cfr. Jn 8,1-11).
III Parte
La confrontación: perspectivas pastorales
Anunciar el Evangelio de la familia hoy, en los diversos
contextos
29. El diálogo sinodal se detuvo en algunas cuestiones pastorales
más urgentes que encomendar a la concretización en cada una
de las Iglesias locales, en la comunión cum Petro et sub Petro. El
anuncio del Evangelio de la familia constituye una urgencia para la nueva
evangelización. La Iglesia está llamada a darlo con ternura
de madre y claridad de maestra (cfr. Ef 4,15), en fidelidad a la kenosi misericordiosa
de Cristo. La verdad se encarna en la fragilidad humana no para condenarla,
sino para salvarla (cfr. Jn 3,16 -17).
30. Evangelizar es responsabilidad de todo el pueblo de Dios, cada uno según
su propio ministerio y carisma. Sin el testimonio gozoso de los cónyuges
y de las familias, Iglesias domésticas, el anuncio, aunque fuese correcto,
corre el riesgo de ser incomprendido o de ahogarse en el mar de palabras
que caracteriza nuestra sociedad (cfr. Novo Millennio Ineunte, 50). Los Padres
sinodales hicieron hincapié en más de una ocasión en
que las familias católicas, en virtud de la gracia del sacramento
nupcial, están llamadas a ser sujetos activos de la pastoral familiar.
31. Es decisivo resaltar la primacía de la gracia y, por tanto, las
posibilidades que el Espíritu dona en el sacramento. Se trata de hacer
experimentar que el Evangelio de la familia es alegría que «llena
el corazón y la vida entera», porque en Cristo somos «liberados
del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento»
(Evangelii Gaudium, 1). A la luz de la parábola del sembrador (cfr.
Mt 13,3-9), nuestra tarea es cooperar en la siembra: lo demás es obra
de Dios. Tampoco hay que olvidar que la Iglesia que predica sobre la familia
es signo de contradicción.
32. Esto exige a toda la Iglesia una conversión misionera: es necesario
no quedarse en un anuncio meramente teórico y desvinculado de los
problemas reales de las personas. Nunca hay que olvidar que la crisis de
la fe ha conllevado una crisis del matrimonio y de la familia y, como consecuencia,
a menudo se ha interrumpido incluso la transmisión de la fe de padres
a hijos. Ante una fe fuerte la imposición de algunas perspectivas
culturales que debilitan la familia y el matrimonio no tiene incidencia.
33. Asimismo, se requiere la conversión del lenguaje a fin de que
resulte efectivamente significativo. El anuncio debe hacer experimentar que
el Evangelio de la familia responde a las expectativas más profundas
de la persona humana: a su dignidad y a la realización plena en la
reciprocidad, en la comunión y en la fecundidad. No se trata solamente
de presentar una normativa, sino de proponer valores, respondiendo a la necesidad
que se constata hoy, incluso en los países más secularizados,
de tales valores.
34. La Palabra de Dios es fuente de vida y espiritualidad para la familia.
Toda la pastoral familiar deberá dejarse modelar interiormente y formar
a los miembros de la Iglesia doméstica mediante la lectura orante
y eclesial de la Sagrada Escritura. La Palabra de Dios no sólo es
una buena nueva para la vida privada de las personas, sino también
un criterio de juicio y una luz para el discernimiento de los diversos desafíos
que deben afrontar los cónyuges y las familias.
35. Al mismo tiempo, muchos Padres sinodales han insistido en un enfoque
más positivo respecto a las riquezas de las diferentes experiencias
religiosas, sin acallar las dificultades. En estas diversas realidades religiosas
y en la gran diversidad cultural que caracteriza a las naciones es oportuno
apreciar primero las posibilidades positivas y a la luz de éstas valorar
los límites y carencias.
36. El matrimonio cristiano es una vocación que se acoge con una adecuada
preparación en un itinerario de fe, con un discernimiento maduro,
y no hay que considerarlo sólo como una tradición cultural
o una exigencia social o jurídica. Por tanto, es preciso realizar
itinerarios que acompañen a la persona y a los esposos de modo que
a la comunicación de los contenidos de la fe se una la experiencia
de vida ofrecida por toda la comunidad eclesial.
37. Se ha recordado repetidamente la necesidad de una renovación radical
de la praxis pastoral a la luz del Evangelio de la familia, superando los
enfoques individualistas que todavía la caracterizan. Por esto, se
ha insistido en varias ocasiones sobre la renovación de la formación
de los presbíteros, los diáconos, los catequistas y los demás
agentes pastorales, mediante una mayor implicación de las mismas familias.
38. Asimismo se ha subrayado la necesidad de una evangelización que
denuncie con franqueza los condicionamientos culturales, sociales, políticos
y económicos, como el espacio excesivo concedido a la lógica
de mercado, que impiden una auténtica vida familiar, determinando
discriminaciones, pobreza, exclusiones y violencia. Para ello, hay que entablar
un diálogo y una cooperación con las estructuras sociales,
así como alentar y sostener a los laicos que se comprometen, como
cristianos, en el ámbito cultural y sociopolítico.
Guiar a los prometidos en el camino de preparación al matrimonio
39. La compleja realidad social y los desafíos que la familia está
llamada a afrontar hoy requieren un compromiso mayor de toda la comunidad
cristiana para la preparación de los prometidos al matrimonio. Es
preciso recordar la importancia de las virtudes. Entre éstas, la castidad
resulta condición preciosa para el crecimiento genuino del amor interpersonal.
Respecto a esta necesidad, los Padres sinodales eran concordes en subrayar
la exigencia de una mayor implicación de toda la comunidad, privilegiando
el testimonio de las familias, además de un arraigo de la preparación
al matrimonio en el camino de iniciación cristiana, haciendo hincapié
en el nexo del matrimonio con el bautismo y los otros sacramentos. Del mismo
modo, se puso de relieve la necesidad de programas específicos para
la preparación próxima al matrimonio que sean una auténtica
experiencia de participación en la vida eclesial y profundicen en
los diversos aspectos de la vida familiar.
Acompañar en los primeros años de la vida matrimonial
40. Los primeros años de matrimonio son un período vital y
delicado durante el cual los cónyuges crecen en la conciencia de los
desafíos y del significado del matrimonio. De aquí la exigencia
de un acompañamiento pastoral que continúe después de
la celebración del sacramento (cfr. Familiaris Consortio, parte III).
Resulta de gran importancia en esta pastoral la presencia de esposos con
experiencia. La parroquia se considera el lugar donde los cónyuges
expertos pueden ofrecer su disponibilidad a ayudar a los más jóvenes,
con el eventual apoyo de asociaciones, movimientos eclesiales y nuevas comunidades.
Hay que alentar a los esposos a una actitud fundamental de acogida del gran
don de los hijos. Es preciso resaltar la importancia de la espiritualidad
familiar, de la oración y de la participación en la Eucaristía
dominical, alentando a los cónyuges a reunirse regularmente para que
crezca la vida espiritual y la solidaridad en las exigencias concretas de
la vida. Liturgias, prácticas de devoción y Eucaristías
celebradas para las familias, sobre todo en el aniversario del matrimonio,
se citaron como ocasiones vitales para favorecer la evangelización
mediante la familia.
Solicitud pastoral por quienes viven en el matrimonio civil o en convivencias
41. El Sínodo anuncia y promueve el matrimonio cristiano, a la vez
que alienta el discernimiento pastoral de las situaciones de tantas personas
que ya no viven esta realidad. Es importante entrar en diálogo pastoral
con ellas a fin de poner de relieve los elementos de su vida que puedan llevar
a una mayor apertura al Evangelio del matrimonio en su plenitud. Los pastores
deben identificar elementos que favorezcan la evangelización y el
crecimiento humano y espiritual. Una sensibilidad nueva de la pastoral hodierna,
consiste en identificar los elementos positivos presentes en los matrimonios
civiles y, salvadas las debidas diferencias, en las convivencias. Es preciso
que en la propuesta eclesial, aun afirmando con claridad el mensaje cristiano,
indiquemos también los elementos constructivos en aquellas situaciones
que todavía no corresponden o ya no corresponden a dicho mensaje.
42. Se observó también que en numerosos países un «creciente
numero de parejas conviven ad experimentum, sin matrimonio ni canónico,
ni civil» (Instrumentum Laboris, 81). En algunos países esto
sucede especialmente en el matrimonio tradicional, concertado entre familias
y con frecuencia celebrado en diversas etapas. En otros países, en
cambio, crece continuamente el número de quienes después de
haber vivido juntos durante largo tiempo piden la celebración del
matrimonio en la Iglesia. La simple convivencia a menudo se elige a causa
de la mentalidad general contraria a las instituciones y a los compromisos
definitivos, pero también porque se espera adquirir una mayor seguridad
existencial (trabajo y salario fijo). En otros países, por último,
las uniones de hecho son muy numerosas, no sólo por el rechazo de
los valores de la familia y del matrimonio, sino sobre todo por el hecho
de que casarse se considera un lujo, por las condiciones sociales, de modo
que la miseria material impulsa a vivir uniones de hecho.
43. Es preciso afrontar todas estas situaciones de manera constructiva, tratando
de transformarlas en oportunidad de camino hacia la plenitud del matrimonio
y de la familia a la luz del Evangelio. Se trata de acogerlas y acompañarlas
con paciencia y delicadeza. Para ello es importante el testimonio atractivo
de auténticas familias cristianas, como sujetos de la evangelización
de la familia.
Cuidar de las familias heridas (separados, divorciados no vueltos a casar,
divorciados vueltos a casar, familias monoparentales)
44. Cuando los esposos experimentan problemas en sus relaciones, deben poder
contar con la ayuda y el acompañamiento de la Iglesia. La pastoral
de la caridad y la misericordia tratan de recuperar a las personas y las
relaciones. La experiencia muestra que, con una ayuda adecuada y con la acción
de reconciliación de la gracia, un gran porcentaje de crisis matrimoniales
se superan de manera satisfactoria. Saber perdonar y sentirse perdonados
es una experiencia fundamental en la vida familiar. El perdón entre
los esposos permite experimentar un amor que es para siempre y no acaba nunca
(cfr. 1 Cor 13,8). Sin embargo, a veces resulta difícil para quien
ha recibido el perdón de Dios tener la fuerza para ofrecer un perdón
auténtico que regenere a la persona.
45. En el Sínodo resonó con claridad la necesidad de opciones
pastorales valientes. Reconfirmando con fuerza la fidelidad al Evangelio
de la familia y reconociendo que separación y divorcio siempre son
una herida que provoca profundos sufrimientos para los cónyuges que
los viven y para los hijos, los Padres sinodales señalaron la urgencia
de caminos pastorales nuevos, que partan de la realidad efectiva de las fragilidades
familiares, sabiendo que con frecuencia más bien son “soportadas”
con sufrimiento que elegidas en plena libertad. Se trata de situaciones diversas
por factores tanto personales como culturales y socioeconómicos. Hace
falta una mirada que discierna bien las situaciones, como sugería
san Juan Pablo II (cfr. Familiaris Consortio, 84).
46. Ante todo, hay que escuchar a cada familia con respeto y amor, haciéndose
compañeros de camino como Cristo con los discípulos en el camino
de Emaús. Valen especialmente para estas situaciones las palabras
del Papa Francisco: «La Iglesia tendrá que iniciar a sus hermanos
—sacerdotes, religiosos y laicos— en este “arte del acompañamiento”,
para que todos aprendan siempre a quitarse las sandalias ante la tierra sagrada
del otro (cfr. Ex 3,5). Tenemos que darle a nuestro caminar el ritmo sanador
de projimidad, con una mirada respetuosa y llena de compasión pero
que al mismo tiempo sane, libere y aliente a madurar en la vida cristiana»
(Evangelii Gaudium, 169).
47. Un discernimiento particular es indispensable para acompañar pastoralmente
a los separados, los divorciados, los abandonados. Hay que acoger y valorar
especialmente el dolor de quienes han sufrido injustamente la separación,
el divorcio o el abandono, o bien, se han visto obligados por los maltratos
del cónyuge a romper la convivencia. El perdón por la injusticia
sufrida no es fácil, pero es un camino que la gracia hace posible.
De aquí la necesidad de una pastoral de la reconciliación y
de la mediación, a través de centros de escucha especializados
que habría que establecer en las diócesis. Asimismo, siempre
hay que subrayar que es indispensable hacerse cargo de manera leal y constructiva
de las consecuencias de la separación o del divorcio sobre los hijos,
en cualquier caso víctimas inocentes de la situación. Los hijos
no pueden ser un “objeto” que contenderse y hay que buscar las mejores formas
para que puedan superar el trauma de la escisión familiar y crecer
de la manera más serena posible. En cada caso la Iglesia siempre deberá
poner de relieve la injusticia que con mucha frecuencia deriva de la situación
del divorcio. Hay que prestar especial atención al acompañamiento
de las familias monoparentales; en particular, hay que ayudar a las mujeres
que deben llevar adelante solas la responsabilidad de la casa y la educación
de los hijos.
48. Un gran número de los Padres subrayó la necesidad de hacer
más accesibles y ágiles, posiblemente totalmente gratuitos,
los procedimientos para el reconocimiento de los casos de nulidad. Entre
las propuestas se indicaron: dejar atrás la necesidad de la doble
sentencia conforme; la posibilidad de determinar una vía administrativa
bajo la responsabilidad del Obispo diocesano; un juicio sumario a poner en
marcha en los casos de nulidad notoria. Sin embargo, algunos Padres se manifiestan
contrarios a estas propuestas porque no garantizarían un juicio fiable.
Cabe recalcar que en todos estos casos se trata de comprobación de
la verdad acerca de la validez del vínculo. Según otras propuestas,
habría que considerar la posibilidad de dar relevancia al rol de la
fe de los prometidos en orden a la validez del sacramento del matrimonio,
teniendo presente que entre bautizados todos los matrimonios válidos
son sacramento.
49. Acerca de las causas matrimoniales, la agilización del procedimiento
—requerido por muchos— además de la preparación de suficientes
agentes, clérigos y laicos con dedicación prioritaria, exige
resaltar la responsabilidad del Obispo diocesano, quien en su diócesis
podría encargar a consultores debidamente preparados que aconsejaran
gratuitamente a las partes acerca de la validez de su matrimonio. Dicha función
puede ser desempeñada por una oficina o por personas calificadas (cfr.
Dignitas Connubii, art. 113, 1).
50. Hay que alentar a las personas divorciadas que no se han vuelto a casar
—que a menudo son testigos de la fidelidad matrimonial— a encontrar en la
Eucaristía el alimento que las sostenga en su estado. La comunidad
local y los Pastores deben acompañar a estas personas con solicitud,
sobre todo cuando hay hijos o su situación de pobreza es grave.
51. Las situaciones de los divorciados vueltos a casar también exigen
un atento discernimiento y un acompañamiento con gran respeto, evitando
todo lenguaje y actitud que los haga sentir discriminados y promoviendo su
participación en la vida de la comunidad. Hacerse cargo de ellos,
para la comunidad cristiana no implica un debilitamiento de su fe y de su
testimonio acerca de la indisolubilidad matrimonial, es más, en ese
cuidado expresa precisamente su caridad.
52. Se reflexionó sobre la posibilidad de que los divorciados y vueltos
a casar accediesen a los sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía.
Varios Padres sinodales insistieron en favor de la disciplina actual, en
virtud de la relación constitutiva entre la participación en
la Eucaristía y la comunión con la Iglesia y su enseñanza
sobre el matrimonio indisoluble. Otros se expresaron en favor de una acogida
no generalizada a la mesa eucarística, en algunas situaciones particulares
y con condiciones bien precisas, sobre todo cuando se trata de casos irreversibles
y vinculados a obligaciones morales para con los hijos, quienes terminarían
por padecer injustos sufrimientos. El eventual acceso a los sacramentos debería
ir precedido de un camino penitencial bajo la responsabilidad del Obispo
diocesano. Todavía es necesario profundizar la cuestión, teniendo
bien presente la distinción entre situación objetiva de pecado
y circunstancias atenuantes, dado que «la imputabilidad y la responsabilidad
de una acción pueden quedar disminuidas e incluso suprimidas»
a causa de diversos «factores psíquicos o sociales» (Catecismo
de la Iglesia Católica, 1735).
53. Algunos Padres sostuvieron que las personas divorciadas y vueltas a casar
o convivientes pueden recurrir provechosamente a la comunión espiritual.
Otros Padres se preguntaron porque entonces no pueden acceder a la comunión
sacramental. Se requiere, por tanto, una profundización de la temática
que haga emerger la peculiaridad de las dos formas y su conexión con
la teología del matrimonio.
54. Las intervenciones de los Padres sinodales hicieron referencia a menudo
a las problemáticas relativas a los matrimonios mixtos. La diversidad
de la disciplina matrimonial de las Iglesias ortodoxas en algunos contextos
plantea problemas acerca de los cuales es necesario reflexionar en ámbito
ecuménico. Análogamente para los matrimonios interreligiosos
será importante la contribución del diálogo con las
religiones.
La atención pastoral por las personas con orientación homosexual
55. Algunas familias viven la experiencia de tener en su seno personas con
orientación homosexual. Al respecto, la Asamblea se interrogó
sobre qué atención pastoral es oportuna frente a esta situación,
refiriéndose a lo que enseña la Iglesia: «No existe ningún
fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas,
entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio
y la familia». No obstante, los hombres y mujeres con tendencias homosexuales
deben ser acogidos con respeto y delicadeza. «Se evitará, respecto
a ellos, todo signo de discriminación injusta» (Congregación
para la Doctrina de la Fe, Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento
legal de las uniones entre personas homosexuales, 4).
56. Es del todo inaceptable que los Pastores de la Iglesia sufran presiones
en esta materia y que los organismos internacionales condicionen las ayudas
financieras a los países pobres a la introducción de leyes
que instituyan el “matrimonio” entre personas del mismo sexo.
La transmisión de la vida y el desafío de la disminución
de la natalidad
57. No es difícil constatar que se está difundiendo una mentalidad
que reduce la generación de la vida a una variable de los proyectos
individuales o de los cónyuges. Los factores de orden económico
ejercen un peso a veces determinante, contribuyendo a la fuerte disminución
de la natalidad que debilita el tejido social, compromete la relación
entre las generaciones y hace más incierta la mirada sobre el futuro.
La apertura a la vida es exigencia intrínseca del amor conyugal. En
esta perspectiva, la Iglesia sostiene a las familias que acogen, educan y
rodean con su afecto a los hijos diversamente hábiles.
58. También en este ámbito es necesario partir de la escucha
de las personas y dar razón de la belleza y de la verdad de una apertura
incondicional a la vida, necesaria para que el amor humano sea vivido en
plenitud. Sobre esta base puede apoyarse una enseñanza adecuada sobre
los métodos naturales para la procreación responsable. Dicha
enseñanza ayuda a vivir de manera armoniosa y consciente la comunión
entre los cónyuges, en todas sus dimensiones, junto a la responsabilidad
generativa. Es preciso redescubrir el mensaje de la Encíclica Humanae
Vitae de Pablo VI, que hace hincapié en la necesidad de respetar la
dignidad de la persona en la valoración moral de los métodos
de regulación de la natalidad. La adopción de niños,
huérfanos y abandonados, acogidos como hijos propios, es una forma
específica de apostolado familiar (cfr. Apostolicam Actuositatem,
11), repetidamente recordada y alentada por el magisterio (cfr. Familiaris
Consortio, 41; Evangelium Vitae, 93). La opción de la adopción
y de la acogida expresa una fecundidad particular de la experiencia conyugal,
no sólo cuando se ve marcada por la esterilidad. Esta opción
es signo elocuente del amor familiar, ocasión para testimoniar la
propia fe y devolver dignidad filial a quien ha sido privado de ella.
59. Es necesario ayudar a vivir la afectividad, también en el vínculo
conyugal, como un camino de maduración, siempre en la más profunda
acogida del otro y en una entrega cada vez más plena. En ese sentido,
cabe subrayar la necesidad de ofrecer itinerarios formativos que alimenten
la vida conyugal y la importancia de un laicado que ofrezca un acompañamiento
a partir de un testimonio vivo. Es de gran ayuda el ejemplo de un amor fiel
y profundo lleno de ternura y respeto, capaz de crecer en el tiempo y que
en su apertura concreta a la generación de la vida haga experiencia
de un misterio que nos trasciende.
El desafío de la educación y el rol de la familia en la evangelización
60. Uno de los desafíos fundamentales frente al que se encuentran
las familias de hoy es seguramente el desafío educativo, todavía
más arduo y complejo a causa de la realidad cultural actual y de la
gran influencia de los medios de comunicación. Hay que tener en debida
cuenta las exigencias y expectativas de familias capaces de ser en la vida
cotidiana, lugares de crecimiento, de concreta y esencial transmisión
de las virtudes que dan forma a la existencia. Esto indica que los padres
puedan elegir libremente el tipo de educación que dar a sus hijos
según sus convicciones.
61. La Iglesia desempeña un rol precioso de apoyo a las familias,
partiendo de la iniciación cristiana, a través de comunidades
acogedoras. Se le pide, hoy más que nunca, tanto en las situaciones
complejas como en las ordinarias, que sostenga a los padres en su empeño
educativo, acompañando a los niños, muchachos y jóvenes
en su crecimiento mediante itinerarios personalizados, que introduzcan al
sentido pleno de la vida y susciten decisiones y responsabilidad, vividas
a la luz del Evangelio. María, en su ternura, misericordia, sensibilidad
materna puede alimentar el hambre de humanidad y vida; por eso la invocan
las familias y el pueblo cristiano. La pastoral y una devoción mariana
son un punto de partida oportuno para anunciar el Evangelio de la familia.
Conclusión
62. Las reflexiones propuestas, fruto del trabajo sinodal que tuvo lugar
en un clima de gran libertad y en un estilo de escucha mutua, desean plantear
cuestiones e indicar perspectivas que deberán ser maduradas y precisadas
por la reflexión de las Iglesias locales durante el año que
nos separa de la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos
prevista para octubre de 2015, dedicada a la vocación y misión
de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo. No se trata
de decisiones tomadas ni de perspectivas fáciles. Sin embargo, el
camino colegial de los Obispos y la implicación de todo el pueblo
de Dios bajo la acción del Espíritu Santo, con la mirada puesta
en el modelo de la Santa Familia, podrán guiarnos a encontrar caminos
de verdad y de misericordia para todos. Es el deseo que nos expresó
el Papa Francisco desde el inicio de nuestros trabajos, invitándonos
a la valentía de la fe y a la acogida humilde y honrada de la verdad
en la caridad.
Preguntas sobre la recepción y la profundizació de la Relatio Synodi
Pregunta previa referida a todas las secciones de la Relatio Synodi
¿La descripción de la realidad de la familia presente en la
Relatio Synodi corresponde a lo que se observa en la Iglesia y en la sociedad
de hoy? ¿qué aspectos ausentes pueden integrarse?
Primera parte
La escucha: el contexto y los desafíos de la familia
Tal como se indica en la introducción (núms. 1-4), el Sínodo
extraordinario deseaba dirigirse a todas las familias del mundo, quería
participar de sus alegrías, fatigas y esperanzas. A las numerosas
familias cristianas fieles a su vocación, el Sínodo dirigió
una mirada especial de reconocimiento, alentándolas a participar todavía
con más decisión en esta hora de la “Iglesia en salida”, redescubriéndose
como sujeto imprescindible de la evangelización, sobre todo cuando
se trata de alimentar para ellas mismas y para las familias con dificultades
el “deseo de familia”, que permanece siempre vivo y que es el fundamento
de la convicción de cuán necesario es “volver a partir de la
familia” para anunciar con eficacia el núcleo del Evangelio.
El renovado camino trazado por el Sínodo extraordinario se inserta
en el contexto eclesial más amplio indicado en la exhortación
Evangelii Gaudium del Papa Francisco, es decir, partiendo de las “periferias
existenciales”, con una pastoral caracterizada por la “cultura del encuentro”,
capaz de reconocer la obra libre del Señor incluso fuera de nuestros
esquemas habituales y de asumir, sin avergonzarse, la condición de
“hospital de campo”, tan beneficiosa para al anuncio de la misericordia de
Dios. A dichos desafíos responden los números de la primera
parte de la Relatio Synodi donde están expuestos los aspectos que
forman el marco de referencia más concreto sobre la situación
real de las familias dentro del cual proseguir la reflexión.
Las preguntas que se proponen a continuación, con expresa referencia
a los aspectos de la primera parte de la Relatio Synodi, desean facilitar
el debido realismo en la reflexión de cada episcopado, evitando que
sus respuestas puedan ser dadas según esquemas y perspectivas propias
de una pastoral meramente aplicativa de la doctrina, que no respetaría
las conclusiones de la Asamblea sinodal extraordinaria, y que alejaría
su reflexión del camino ya trazado.
El contexto sociocultural (núms. 5-8)
1. ¿Cuáles son las iniciativas en acto y las programadas respecto
a los desafíos que plantean a la familia las contradicciones culturales
(cfr. núms. 6-7): aquellas iniciativas orientadas a despertar la presencia
de Dios en la vida de las familias; aquellas dirigidas a educar y establecer
relaciones interpersonales sólidas; aquellas que favorecen políticas
sociales y económicas útiles a la familia; aquellas que alivian
las dificultades relacionadas con la atención a los niños,
los ancianos y los familiares enfermos; aquellas que afrontan el contexto
cultural más específico en el que se compromete la Iglesia
local?
2. ¿Qué instrumentos de análisis se están empleando,
y cuáles son los resultados más significativos respecto a los
aspectos (positivos y negativos) del cambio antropológico cultural?
(cfr. núm. 5). Entre tales resultados ¿se percibe la posibilidad
de encontrar elementos comunes en el pluralismo cultural?
3. Además de anunciar y denunciar, ¿cuáles son las modalidades
elegidas para estar presentes como Iglesia junto a las familias en las situaciones
extremas? (cfr. núm. 8). ¿Cuáles son las estrategias
educativas para prevenirlas? ¿Qué se puede hacer para sostener
y reforzar las familias creyentes, fieles al vínculo?
4. ¿Cómo la acción pastoral de la Iglesia reacciona
ante la difusión del relativismo cultural en la sociedad secularizada
y ante el consiguiente rechazo de parte de muchas personas del modelo de
familia formado por un hombre y una mujer unidos en el vínculo matrimonial
y abierto a la procreación?
La importancia de la vida afectiva (núms. 9-10)
5. ¿De qué modo, con qué actividades las familias cristianas
contribuyen a testimoniar a las nuevas generaciones el progreso en la maduración
afectiva? (cfr. núms. 9-10). ¿Cómo se podría
mejorar la formación de los ministros ordenados respecto a estos temas?
¿Qué figuras de agentes de pastoral específicamente
calificados se consideran más urgentes?
El desafío para la pastoral (núm. 11)
6. ¿En qué proporción, y con qué medios, la pastoral
familiar ordinaria se dirige a las personas lejanas? (cfr. núm. 11).
¿Qué líneas operativas se han predispuesto para suscitar
y valorizar el “deseo de familia” que el Creador sembró en el corazón
de cada persona, y está presente especialmente en los jóvenes,
incluso en quien se encuentra en situaciones de familias no correspondientes
a la visión cristiana? ¿Qué respuesta efectiva se tiene
de la misión dirigida a ellos? Entre los no bautizados ¿cuán
fuerte es la presencia de matrimonios naturales, incluso en relación
al deseo de familia de los jóvenes?
II Parte
La mirada fija en Cristo: el Evangelio de la familia
El Evangelio de la familia, que la Iglesia ha custodiado fielmente en la
línea de la Revelación cristiana escrita y transmitida, exige
ser anunciado en el mundo actual con renovada alegría y esperanza,
dirigiendo constantemente la mirada a Jesucristo. La vocación y la
misión de la familia se configuran plenamente en el orden de la creación
que evoluciona en el de la redención, sintetizado así en el
deseo del Concilio: «Los propios cónyuges, finalmente, hechos
a imagen de Dios vivo y constituidos en el verdadero orden de personas, vivan
unidos, con el mismo cariño, modo de pensar idéntico y mutua
santidad, para que, habiendo seguido a Cristo, principio de vida, en los
gozos y sacrificios de su vocación por medio de su fiel amor, sean
testigos de aquel misterio de amor que el Señor con su muerte y resurrección
reveló al mundo» (Gaudium et Spes, 52; cfr. Catecismo de la
Iglesia Católica, 1533-1535).
Desde esta óptica, la finalidad de las preguntas que derivan de la
Relatio Synodi es suscitar respuestas fieles y valientes en los Pastores
y en el pueblo de Dios para un renovado anuncio del Evangelio de la familia.
La mirada fija en Jesús y la pedagogía divina en la historia
de la salvación (núms. 12-14)
Aceptando la invitación del Papa Francisco, la Iglesia mira a Cristo
en su permanente verdad e inagotable novedad, que ilumina también
a cada familia. «Cristo es el “Evangelio eterno” (Ap 14,6), y es “el
mismo ayer y hoy y para siempre” (Hb 13,8), pero su riqueza y su hermosura
son inagotables. Él es siempre joven y fuente constante de novedad»
(Evangelii Gaudium, 11).
7. La mirada fija en Cristo abre nuevas posibilidades. «En efecto,
cada vez que volvemos a la fuente de la experiencia cristiana se abren caminos
nuevos y posibilidades inesperadas» (núm. 12). ¿Cómo
se utiliza la enseñanza de la Sagrada Escritura en la acción
pastoral con las familias? ¿En qué medida esta mirada alimenta
una pastoral familiar valiente y fiel?
8. ¿Cuáles son los valores del matrimonio y de la familia que
ven realizados en sus vidas los jóvenes y los cónyuges? ¿Y
en qué forma?¿Hay valores que podamos poner de relieve? (cfr.
núm. 13) ¿Qué dimensiones de pecado hay que evitar y
superar?
9. ¿Qué pedagogía humana es preciso considerar —en sintonía
con la pedagogía divina— para comprender mejor qué se le pide
a la pastoral de la Iglesia frente a la maduración de la vida de la
pareja, hacia el futuro matrimonio? (cfr. núm. 13)
10. ¿Qué hacer para mostrar la grandeza y belleza del don de
la indisolubilidad, a fin de suscitar el deseo de vivirla y de construirla
cada vez más? (cfr. núm. 14)
11. ¿De qué modo se podría ayudar a comprender que la
relación con Dios permite vencer las fragilidades inscritas también
en las relaciones conyugales? (cfr. núm. 14). ¿Cómo
testimoniar que la bendición de Dios acompaña todo verdadero
matrimonio? ¿Cómo manifestar que la gracia del sacramento sostiene
los esposos en todo el camino de su vida?
La familia en el designio salvífico de Dios (núms. 15-16)
La vocación creatural al amor entre hombre y mujer recibe su forma
completa del evento pascual de Cristo Señor, que se entrega sin reservas,
haciendo de la Iglesia su Cuerpo místico. El matrimonio cristiano
—que se alimenta de la gracia de Cristo— se convierte así, para aquellos
que están llamados a esta vocación, en el camino que transitan
hacia la perfección del amor, que es la santidad.
12. ¿Cómo se podría hacer comprender que el matrimonio
cristiano corresponde a la disposición originaria de Dios y, por tanto,
es una experiencia de plenitud y no de límite? (cfr. núm. 13)
13. ¿Cómo concebir la familia como “Iglesia doméstica”
(cfr. LG 11), sujeto y objeto de la acción evangelizadora al servicio
del Reino de Dios?
14. ¿Cómo promover la conciencia del compromiso misionero de
la familia?
La familia en los documentos de la Iglesia (núms. 17-20)
El Pueblo de Dios debería conocer mejor el magisterio eclesial en
toda su riqueza. La espiritualidad conyugal se nutre de la enseñanza
constante de los Pastores, que cuidan de su rebaño, y madura gracias
a la escucha incesante de la Palabra de Dios, de los sacramentos de la fe
y de la caridad.
15. La familia cristiana vive ante la mirada amorosa del Señor y en
la relación con Él crece como verdadera comunidad de vida y
de amor. ¿Cómo desarrollar la espiritualidad de la familia,
y cómo ayudar a las familias a ser lugar de vida nueva en Cristo?
(cfr. núm. 21)
16. ¿Cómo desarrollar y promover iniciativas de catequesis
que den a conocer y ayuden a vivir las enseñanzas de la Iglesia sobre
la familia, favoreciendo la superación de la distancia posible entre
lo que se vive y lo que se profesa, y promoviendo caminos de conversión?
La indisolubilidad del matrimonio y el gozo de vivir juntos (núms.
21-22)
«El genuino amor conyugal es asumido en el amor divino y se rige y
enriquece por la virtud redentora de Cristo y la acción salvífica
de la Iglesia para conducir eficazmente a los cónyuges a Dios y ayudarlos
y fortalecerlos en la sublime misión de la paternidad y la maternidad.
Por ello los esposos cristianos, para cumplir dignamente sus deberes de estado,
están fortificados y como consagrados por un sacramento especial,
con cuya virtud, al cumplir su misión conyugal y familiar, imbuidos
del espíritu de Cristo, que satura toda su vida de fe, esperanza y
caridad, llegan cada vez más a su propia perfección y a su
mutua santificación, y, por tanto, conjuntamente, a la glorificación
de Dios» (Gaudium et Spes, 48).
17. ¿Cuáles son las iniciativas para comprender el valor del
matrimonio indisoluble y fecundo como camino de plena realización
personal? (cfr. núm. 21)
18. ¿Cómo proponer la familia como lugar, único en muchos
aspectos, para realizar la alegría de las personas?
19. El Concilio Vaticano II quiso expresar su estima por el matrimonio natural,
renovando una antigua tradición eclesial. ¿En qué medida
las pastorales diocesanas saben valorizar también esta sabiduría
de los pueblos, como fundamental para la cultura y la sociedad común?
(cfr. núm. 22).
Verdad y belleza de la familia y misericordia para con las familias heridas
y frágiles (núms. 23-28)
Después de haber considerado la belleza de los matrimonios que proceden
bien y de las familias sólidas, y de haber apreciado el testimonio
generoso de quienes han permanecido fieles al vínculo aun abandonados
por el cónyuge, los pastores reunidos en el Sínodo se preguntaron
—de modo abierto y valiente, no sin preocupación y cautela— qué
mirada debe tener la Iglesia para los católicos que están unidos
sólo con vínculo civil, para los que todavía conviven
y para aquellos que, después de un válido matrimonio, se han
divorciado y vuelto a casar civilmente.
Conscientes de los límites evidentes y de las imperfecciones presentes
en situaciones tan distintas, los Padres asumieron positivamente la perspectiva
indicada por el Papa Francisco, según la cual «sin disminuir
el valor del ideal evangélico, hay que acompañar con misericordia
y paciencia las etapas posibles de crecimiento de las personas que se van
construyendo día a día» (Evangelii Gaudium, 44).
20. ¿Cómo ayudar a entender que nadie queda excluido de la
misericordia de Dios y cómo expresar esta verdad en la acción
pastoral de la Iglesia para con las familias, en particular las heridas y
frágiles? (cfr. núm. 28)
21. ¿Cómo pueden los fieles mostrar, con las personas que todavía
no tienen una plena comprensión del don de amor de Cristo, una actitud
de acogida y acompañamiento confiado, sin renunciar nunca al anuncio
de las exigencias del Evangelio? (cfr. núm. 24)
22. ¿Qué se puede hacer para que en las diversas formas de
unión —en las cuales pueden descubrirse valores humanos— el hombre
y la mujer adviertan el respeto, la confianza y el aliento a crecer en el
bien, de parte de la Iglesia y sean ayudados a alcanzar la plenitud del matrimonio
cristiano? (cfr. núm. 25)
III Parte
La confrontación: perspectivas pastorales
Al profundizar la tercera parte de la Relatio Synodi, es importante dejarse
guiar por el viraje pastoral que el Sínodo extraordinario ha comenzado
a delinear, hundiendo sus raíces en el Vaticano II y en el magisterio
del Papa Francisco. A las Conferencias Episcopales compete seguir profundizándolo
—llamando a participar de la manera más oportuna a todos los componentes
eclesiales— y concretizándolo en su contexto específico. Es
necesario hacer todo lo posible para que no se vuelva a empezar de cero,
sino que se asuma el camino recorrido en el Sínodo extraordinario
como punto de partida.
Anunciar el Evangelio de la familia hoy, en los diversos contextos (núms.
29-38)
A la luz de la necesidad de la familia y, al mismo tiempo, de los múltiples
y complejos desafíos presentes en nuestro mundo, el Sínodo
ha subrayado la importancia de un compromiso renovado para un anuncio, franco
y significativo, del Evangelio de la familia.
23. En la formación de los presbíteros y de otros agentes pastorales
¿cómo se cultiva la dimensión familiar? ¿Se implica
a las familias?
24. ¿Somos conscientes de que la rápida evolución de
nuestra sociedad exige una constante atención al lenguaje en la comunicación
pastoral? ¿Cómo testimoniar eficazmente la prioridad de la
gracia, de manera que la vida familiar se proyecte y se viva como acogida
del Espíritu Santo?
25. Al anunciar el Evangelio de la familia ¿cómo se pueden
crear las condiciones para que cada familia sea como Dios la quiere y sea
reconocida socialmente en su dignidad y misión? ¿Qué
“conversión pastoral” y qué ulteriores profundizaciones hay
que llevar a cabo en esta dirección?
26. ¿La colaboración al servicio de la familia con las instituciones
sociales y políticas, se percibe en toda su importancia? De hecho,
¿cómo se pone en práctica? ¿En qué criterios
inspirarse? ¿Qué rol pueden desempeñar en este sentido
las asociaciones familiares? ¿Cómo puede sostener dicha colaboración
la denuncia franca de los procesos culturales, económicos y políticos
que minan la realidad familiar?
27. ¿Cómo favorecer una relación entre familia, sociedad
y política que beneficie a la familia? ¿Cómo promover
el sostén a la familia de parte de la comunidad internacional y de
los Estados?
Guiar a los prometidos en el camino de preparación al matrimonio (núms.
39-40)
El Sínodo reconoció los pasos que se han dado en estos últimos
años para favorecer una adecuada preparación de los jóvenes
al matrimonio. Sin embargo, subrayó la necesidad de un mayor compromiso
de toda la comunidad cristiana no sólo en la preparación sino
también en los primeros años de vida familiar.
28. ¿Cómo proponer los itinerarios de preparación al
matrimonio de forma que pongan de relieve la vocación y la misión
de la familia según la fe en Cristo? ¿Se llevan a cabo ofreciendo
una auténtica experiencia eclesial? ¿Cómo renovarlos
y mejorarlos?
29. ¿Cómo la catequesis de iniciación cristiana presenta
la apertura a la vocación y la misión de la familia? ¿Qué
pasos se consideran más urgentes? ¿Cómo proponer la
relación entre bautismo, eucaristía y matrimonio? ¿En
qué modo poner de relieve el carácter de catecumenado y mistagógico
que los itinerarios de preparación al matrimonio asumen a menudo?
¿Cómo lograr que la comunidad participe en esta preparación?
Acompañar en los primeros años de la vida matrimonial (núm.
40)
30. Tanto en la preparación como en el acompañamiento de los
primeros años de vida matrimonial ¿se valora adecuadamente
la importante contribución de testimonio y de sostén que pueden
dar familias, asociaciones y movimientos familiares? ¿Qué experiencias
positivas se pueden referir en este campo?
31. La pastoral de acompañamiento de los cónyuges en los primeros
años de vida familiar —se observó en el debate sinodal— necesita
un ulterior desarrollo. ¿Cuáles son las iniciativas más
significativas ya realizadas? ¿Qué aspectos hay que incrementar
a nivel parroquial, a nivel diocesano o en el ámbito de asociaciones
y movimientos?
Solicitud pastoral por quienes viven en el matrimonio civil o en convivencias
(núms. 41-43)
En el debate sinodal se recordó la diversidad de situaciones, debida
a múltiples factores culturales y económicos, praxis arraigadas
en la tradición, dificultad de los jóvenes a tomar decisiones
que comprometan para toda la vida.
32. ¿Cuáles deben ser los criterios para un correcto discernimiento
pastoral de cada situación a la luz de la enseñanza de la Iglesia,
según la cual los elementos constitutivos del matrimonio son unidad,
indisolubilidad y apertura a la procreación?
33. ¿La comunidad cristiana es capaz de comprometerse pastoralmente
en estas situaciones? ¿Cómo ayuda a discernir estos elementos
positivos y aquellos negativos de la vida de personas unidas en matrimonios
civiles a fin de orientarlas y sostenerlas en el camino de crecimiento y
de conversión hacia el sacramento del matrimonio? ¿Cómo
ayudar a quienes conviven a decidirse por el matrimonio?
34. En particular, ¿qué respuestas dar a las problemáticas
planteadas por la permanencia de las formas tradicionales de matrimonio a
etapas o arreglado entre familias?
Cuidar de las familias heridas (separados, divorciados no vueltos a casar,
divorciados vueltos a casar, familias monoparentales) (núms. 44-54)
En el debate sinodal se puso de relieve la necesidad de una pastoral inspirada
en el arte del acompañamiento, dando «a nuestro caminar el ritmo
sanador de projimidad, con una mirada respetuosa y llena de compasión
pero que al mismo tiempo sane, libere y aliente a madurar en la vida cristiana»
(Evangelii Gaudium, 169).
35. ¿La comunidad cristiana está preparada para hacerse cargo
de las familias heridas para hacerles experimentar la misericordia del Padre?
¿Cómo comprometerse para eliminar los factores sociales y económicos
que a menudo las determinan? ¿Qué pasos se han dado y qué
pasos hay que dar para que crezca esta acción y la conciencia misionera
que la sostiene?
36. ¿Cómo promover la definición de líneas pastorales
compartidas a nivel de Iglesia particular? ¿Cómo desarrollar
al respecto el diálogo entre las diversas Iglesias particulares “cum
Petro y sub Petro”?
37. ¿Cómo hacer más accesibles y ágiles, a ser
posible gratuitos, los procedimientos para el reconocimiento de los casos
de nulidad? (núm. 48).
38. La pastoral sacramental dirigida a los divorciados vueltos a casar necesita
una mayor profundización, que valore también la praxis ortodoxa
y tenga presente «la distinción entre situación objetiva
de pecado y circunstancias atenuantes» (núm. 52). ¿Cuáles
son las perspectivas en las que moverse? ¿Qué pasos se pueden
dar? ¿Qué sugerencias para eludir formas de impedimentos no
debidas o no necesarias?
39. ¿La normativa actual permite dar respuestas válidas a los
desafíos que plantean los matrimonios mixtos y los inter-confesionales?
¿Hace falta tener en cuenta otros elementos?
La atención pastoral por las personas con tendencia homosexual (núms.
55-56)
La atención pastoral por las personas con tendencia homosexual plantea
hoy nuevos desafíos, debidos también a la manera en que se
proponen socialmente sus derechos.
40. ¿Cómo dirige la comunidad cristiana su atención
pastoral a las familias en las que hay personas con tendencia homosexual?
Evitando toda injusta discriminación, ¿de qué modo ofrecer
el cuidado a las personas en estas situaciones a la luz del Evangelio? ¿Cómo
proponerles las exigencias de la voluntad de Dios en su situación?
La transmisión de la vida y el desafío de la disminución
de la natalidad (núms. 57-59)
La transmisión de la vida es un elemento fundamental de la vocación-misión
de la familia: «En el deber de transmitir la vida humana y de educarla,
lo cual hay que considerar como su propia misión, los cónyuges
saben que son cooperadores del amor de Dios Creador y como sus intérpretes»
(Gaudium et Spes, 50).
41. ¿Cuáles son los pasos más significativos que se
han dado para anunciar y promover eficazmente la apertura a la vida y la
belleza y la dignidad humana de ser madre o padre, a la luz por ejemplo de
la Humanae Vitae del beato Paolo VI? ¿Cómo promover el diálogo
con las ciencias y las tecnologías biomédicas de manera que
se respete la ecología humana del engendrar?
42. Una maternidad/paternidad generosa necesita estructuras e instrumentos.
¿La comunidad cristiana vive una efectiva solidaridad y subsidiaridad?
¿Cómo? ¿Es valiente en la propuesta de soluciones válidas
también a nivel sociopolítico? ¿Cómo alentar
a la adopción y la acogida como signo altísimo de generosidad
fecunda? ¿Cómo promover el cuidado y el respeto de los jóvenes?
43. El cristiano vive la maternidad/paternidad como respuesta a una vocación.
¿En la catequesis se subraya suficientemente esta vocación?
¿Qué itinerarios formativos se proponen a fin de que dicha
vocación guíe efectivamente las conciencias de los esposos?
¿Se tiene conciencia de las graves consecuencias de los cambios demográficos?
44. ¿Cómo lucha la Iglesia contra la plaga del aborto, promoviendo
una cultura de la vida eficaz?
El desafío de la educación y el rol de la familia en la evangelización
(núms. 60-61)
45. Llevar adelante la misión educadora no siempre es sencillo para
los padres: ¿encuentran solidaridad y sostén en la comunidad
cristiana? ¿Qué itinerarios formativos hay que sugerir? ¿Qué
pasos hay que dar para que la tarea educativa de los padres sea reconocida
también a nivel sociopolítico?
46. ¿Cómo promover en los padres y en la familia cristiana
la conciencia del deber de la transmisión de la fe como dimensión
intrínseca a la misma identidad cristiana?