SANTOS MÁRTIRES DE PERSIA
344 d.C.
5 de abril
Grupo de 119 mártires
que en Seleucia y otras ciudades de Persia, gobernadas por el rey Shapor
II, fueron martirizadas a fuego lento por negarse a adorar el fuego y a renegar
de Cristo.
Entre ellos, había nueve vírgenes consagradas a Dios; el resto
eran sacerdotes, diáconos y monjes. Como todos se negasen a adorar
al sol, fueron encarcelados durante seis meses en sucias prisiones. Una rica
y piadosa mujer, llamada Yaznadocta les ayudó, enviándoles
alimentos. A lo que parece, Yaznadocta se las arregló para averiguar
la fecha en que los mártires iban a ser juzgados. La víspera,
organizó un banquete en su honor, fue a visitarles en la prisión
y regaló a cada uno un vestido de fiesta. A la mañana siguiente,
volvió muy temprano y les anunció que iban a comparecer ante
el juez y que aún tenían tiempo de implorar la gracia de Dios
para tener el valor de dar su sangre por tan gloriosa causa. Yaznadocta añadió:
«En cuanto a mí, os ruego que pidáis a Dios que tenga
yo la dicha de volver a encontraros ante su trono celestial».
El juez prometió nuevamente la libertad a los mártires,
con tal de que adorasen al sol, pero ellos respondieron que los vestidos
de fiestas que llevaban eran la mejor prueba de que estaban dispuestos a
dar la vida por su Maestro. El juez les condenó a ser decapitados.
Esa misma noche, Yaznadocta consiguió recuperar los cadáveres
y los quemó para evitar que fuesen profanados. El ciclo de las actas
de los mártires de Adiabene, al que este relato pertenece, no siempre
es fidedigno.