TAOISMO
El taoísmo es un sistema
filosófico chino basado primordialmente en el Tao Te King que la tradición
atribuye al filósofo chino Lao Tsé. Sus enseñanzas parten
del concepto de unidad absoluta y al mismo tiempo mutable denominado Tao,
que conforma la realidad suprema y el principio cosmológico y ontológico
de todas las cosas[1] . Lleva más de cinco mil años ejerciendo
su influencia en los pueblos del Lejano Oriente.
El taoísmo filosófico se desarrolló a partir
de los escritos de Lao Tsé y Zhuangzi. Según la leyenda china,
Lao Tsé vivió durante el siglo VI a. C. y tradicionalmente
se fecha en ese siglo la redacción del Dàodéjing, aunque
según algunas investigaciones actuales es bastante posterior.
La esencia de la filosofía taoísta se encuentra
en el Daodejing (el libro de la vía y el poder, o del camino y la
virtud). El taoísmo religioso se fundó en el siglo III a. C.,[cita
requerida] pero no se convirtió en un movimiento religioso organizado
hasta el siglo II d. C.
El objetivo fundamental de los taoístas es alcanzar la
inmortalidad, si bien, a veces no se entiende esta literalmente, sino como
longevidad en plenitud. De la misma manera, se decía que las personas
que vivían en armonía con la naturaleza eran inmortales. Lao-Tse
fue deificado como dios taoísta ―un inmortal―, encabezando un enorme
panteón de héroes folclóricos, generales famosos y sabios,
todos los cuales alcanzaron la inmortalidad. Sin embargo, la antigua forma
del taoísmo era la de una corriente filosófica y no una religión,
por lo que los antiguos pensadores interpretaban por «inmortalidad»
el hecho de autosuperación del propio ser en comunidad con el entorno,
lo que implica buscar la superación y el progreso personal y colectivo,
de acuerdo con la mutación constante que enseña el taoísmo.
Posteriormente, el taoísmo se mezcló con elementos
del confucianismo, el budismo y la religión folclórica. La
forma concreta de religión taoísta que fue llevada a Taiwán
hace unos 300 años es típica de esta tradición. La característica
más distintiva de la práctica actual es la adoración
de los antepasados, junto con las deidades taoístas, lo que muestra
el claro elemento tradicionalista del confucianismo y el culto religioso
de las creencias míticas de Asia, las cuales ambas no eran válidas
para los antiguos pensadores taoístas como Chuang Tsé.
El Taoísmo establece la existencia de tres fuerzas: una
pasiva, otra activa y una tercera, conciliadora. Las dos primeras se oponen
y complementan simultáneamente entre sí, es decir que son interdependientes
de manera absoluta y funcionan como una unidad. Son el yin (fuerza pasiva/sutil,
femenina, húmeda...) y el yang (fuerza activa/concreta, masculina,
seca...). La tercera fuerza es el tao, o fuerza superior que las contiene.
(Véase yin-yang).
El significado más antiguo que existe sobre el tao dice:
«Yi yin, yi yang, zhè wei tao», es decir, "un aspecto
yin, un aspecto yang, eso es el tao".
Puede ejemplificarse esta concepción a partir del significado
de las palabras: literalmente, yang significa ‘la ladera luminosa (soleada)
de la montaña’, y yin ‘la ladera oscura (sombría) de la montaña’;
entiéndase la idea de montaña como símbolo de unidad.
Así, aunque representan dos fuerzas aparentemente opuestas, forman
parte de una única naturaleza.
La igualdad entre las dos primeras fuerzas entraña la
igualdad de sus manifestaciones consideradas en abstracto. Por ello el taoísta
no considera superior la vida a la muerte, no otorga supremacía a
la construcción sobre la destrucción, ni al placer sobre el
sufrimiento, ni a lo positivo sobre lo negativo, ni a la afirmación
sobre la negación.
Las cosas cotidianas e insignificantes tienen un significado
mucho más profundo del que nosotros le damos. El tao tampoco es temporal
o limitado; al intentar observarlo, no se lo ve, no se lo oye ni se lo siente.
Es la fuente primaria cósmica de la que proviene la creación.
Es el principio de todos, la raíz del Cielo y de la Tierra (la madre
de todas las cosas). Pero si intentamos definirlo, mirarlo u oírlo,
no sería posible: el tao regresa al no-ser, ahí donde es insondable,
inalcanzable y eterno.
Todas las cosas bajo el Cielo gozan de lo que es, lo que es
surge de lo que no es y retorna al no-ser, con el que nunca deja de estar
ligado.
El tao del no-ser es la fuerza que mueve todo lo que hay en
el mundo de los fenómenos, la función, el efecto de todo lo
que es: se basa en el no-ser.
El mundo de los seres puede ser nombrado con el nombre de no-ser
y el mundo de los fenómenos con el nombre de ser. Las diferencias
recaen en los nombres, pues el nombre de uno es ser y el del otro, no-ser,
pero aunque los nombres son distintos, se trata de un solo hecho: el misterio
desde cuyas profundidades surgen todos los prodigios.
Al encontrar el camino que conduce de la confusión del
mundo hacia lo eterno, estamos en el camino del tao. El taoísmo excluye
el concepto de ley y lo sustituye por el de orden. Es decir, las cosas son
de determinada manera debido a que su posición en un universo en permanente
movimiento les confiere una naturaleza que las obliga a ese comportamiento.
Así lo explica Dong Zhongshu, filósofo chino del siglo II a.
C.