TERCER MANDAMIENTO DE LA LEY DE DIOS:
SANTIFICARAS LAS FIESTAS
EL PRECEPTO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
Relata el libro del Exodo (cap. 20, 9-10) lo que Yahvé
preceptuó a Moisés y a su pueblo sobre los mandamientos:
“Seis días trabajarás tus trabajos , pero el
día séptimo Señor, tu Dios... Pues en seis días
hizo el Señor el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto contienen,
y el séptimo descansó... Ningún trabajo servil harás
en él, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva,
ni tus bestias de carga, ni el extranjero que habita dentro de tus puertas.
Los israelitas descansaban el sábado -que era el día
litúrgico por excelencia-, día en el que el pueblo -libre
de cualquier otra ocupación o trabajo- se dedicaba exclusivamente al
culto de Dios.
Por el simple enunciado del precepto, tal como se lee en
el Exodo, se advierte el rigor y seriedad con que la Antigua Ley lo prescribía.
Algunas veces, sin embargo, los judíos lo interpretaron
de un modo demasiado material y a la letra, como el mismo Jesús se
lo reprocha (cfr. Lc. 13, 14-16).
EL PRECEPTO EN EL NUEVO TESTAMENTO
La ley evangélica, manteniendo el precepto del Decálogo,
suaviza su interpretación práctica (cfr. S. Th., II-II,
q. 122, a. 4, ad. 4) y lo traslada al domingo: la celebración del
domingo cumple la prescripción moral, inscrita en el corazón
del hombre, de dar a Dios un culto exterior, visible, público y
regular (Catecismo, n. 2176).
Ya que Jesús resucitó entre los muertos “el
primer día de la semana (esto es, el domingo, ya que para los judíos
el sábado era el día séptimo), ese día para
los cristianos vino a ser el primero de todos los días, la primera
de todas las fiestas, el día del Señor (`He kyriak"e h`emera",
`dies dominica"), el `domingo"” (Id., n. 2174).
FORMA DE CUMPLIR EL TERCER MANDAMIENTO
Este precepto se cumple:
1) Participando en la Santa Misa en Domingo y fiestas de precepto.
2) Absteniéndose de realizar en esos días actos que impidan
el culto a Dios o el debido descanso.
Este tercer precepto del Decálogo es:
a) de derecho natural: el hombre por exigencia de su misma naturaleza,
debe dedicar algún tiempo al culto divino;
b) de derecho divino-positivo: el Señor ha concretado la dedicación
de un día a la semana (cfr. Ex. 20, 9-10);
c) de derecho eclesiástico: la Iglesia ha determinado los días
y el modo de honrar a Dios.
La nueva formulación canónica de este precepto
dice: El domingo y las demás fiestas de precepto los fieles tienen
obligación de participar en la Misa; y se abstendrán además
de aquellos trabajos y actividades que impiden dar culto a Dios, gozar de
la alegría propia del día del Señor, o disfrutar del
debido descanso de la mente y del cuerpo (CIC, c. 1247).
ADORAR Y DAR CULTO A DIOS ASISTIENDO A MISA
Además del sábado, los judíos celebraban
otras fiestas a lo largo del año, de las que la más solemne
era la Pascua.
Los cristianos también celebramos, además del
Domingo, otras fiestas en las que conmemoramos los principales misterios
de la vida de Jesús Navidad, Epifanía, Presentación
en el templo, Sagrado Corazón, Corpus Christi, etc., de la Santísima
Virgen Inmaculada Concepción, Visitación, Asunción
a los cielos, etc., y de los santos: San José, San Pedro y San Pablo,
San Juan Bautista, los Apóstoles, etc.
Es la Iglesia quien determina cu les de esas fiestas son
de precepto o de guardar; es decir, las que debemos santificar como si
fuera domingo. Para la República Mexicana, en concreto son sólo
cuatro:
1) la Natividad del Señor: 25 de Diciembre;
2) la Maternidad Divina de la Virgen: 1 de Enero;
3) Nuestra Señora de Guadalupe: 12 de Diciembre;
4) La solemnidad del Cuerpo y la Sangre del Señor (Corpus Christi),
el jueves posterior a la Solemnidad de la Santísima Trinidad.
En los domingos y en estos días de fiesta, lo primero
que la Iglesia nos pide para que sean realmente días santos es la
asistencia a la Santa Misa.
Es verdad que todos los días deben vivirse santamente
pero en éstos de manera especial quiere el Señor que lo adoremos,
que le demos culto con la Santa Misa, que es el acto más grande de
adoración y de culto que podemos ofrecer a Dios en la tierra. Nosotros
también, al igual que los primeros cristianos, nos reunimos alrededor
del altar y del sacerdote que es siempre representante de Jesucristo para
celebrar el santo sacrificio de la Misa.
Más adelante, al tratar de los mandamientos de la
Iglesia, hablaremos con extensión del modo de cumplir adecuada y
fructíferamente esa obligación de oír Misa los domingos
y días de fiesta.
EL DEBER DEL DESCANSO
Así como Dios `cesó el día séptimo
de toda la tarea que había hecho" (Gen. 2, 2), así también
la vida humana sigue un ritmo de trabajo y de descanso. La institución
del día del Señor contribuye a que todos disfruten del tiempo
de descanso y de solaz suficiente que les permita cultivar la vida familiar,
cultural, social y religiosa (Catecismo, n. 2184).
Por otro lado, hay que recordar que “el domingo está
tradicionalmente consagrado por la piedad cristiana a obras buenas y a servicios
humildes para con los enfermos, débiles y ancianos. Los cristianos
deben santificar también el domingo dedicando a su familia el tiempo
y los cuidados difíciles de prestar los otros días de la
semana. El domingo es un tiempo de reflexión, de silencio, de cultura
y de meditación, que favorecen el crecimiento de la vida interior
y cristiana” (Id., n. 2186).
El descanso no consiste en no hacer nada nos aburriríamos
y además el ocio es madre de todos los vicios, sino en cambiar nuestras
actividades ordinarias por otras. Santo Tomás de Aquino, al hablar
de la virtud de la eutrapelia (cfr. S. Th. II-II, q. 168, a. 2) hace un
análisis del descanso en el que nos proporciona los principios de
la teología de las diversiones. Es necesario afirma el descanso corporal
y también el descanso espiritual, pero evitando tres inconvenientes:
1) recrearse en cosas torpes o nocivas;
2) perder del todo la seriedad del alma: es decir, si la recta razón
no lleva la pauta en todo el obrar;
3) hacer algo que desdiga de la persona, lugar, tiempo u otras circunstancias.
PECADOS OPUESTOS
Se peca contra este mandamiento realizando ciertos trabajos
que impiden el culto a Dios. En términos generales, hoy la prohibición
de trabajar los días de fiesta es m s gen‚rica que en el pasado no
se prohíben ya los trabajos llamados serviles, como antes, limitándose
la Iglesia a prescribir la asistencia a la Santa Misa y el descanso.
Lo importante es que, efectivamente, todos tengamos el tiempo
necesario para atender mejor el culto divino y a la salvación de
nuestra alma. El descanso, como hemos dicho, es necesario para restaurar
las fuerzas, para que el trabajo sea m s eficaz y, sobre todo, para poder
servir mejor a Dios y a los demás. El descanso, pues, no es un fin,
sino un medio. Para que sea merecido presupone trabajo; es decir, el empleo
habitual y serio de la vida. Será por tanto, desagradable a Dios y
causa de incumplimiento del propio fin personal, la asignación de
excesivo tiempo a las actividades de descanso.
Las necesidades familiares o de gran utilidad social constituyen
excusas legítimas respecto al precepto del descanso dominical (Catecismo,
n. 2185).