SANTA TERESA DE LOS ANDES
1920 d.C.
13 de julio
SANTA TERESA DE JESUS "DE
LOS ANDES" (Juanita Fernández Solar) es la primera chilena y la primera
Carmelita americana que ha alcanzado el honor de los altares. Nació
en Santiago de Chile el 13 de julio de 1900, en el seno de una familia acomodada
muy cristiana. Sus padres fueron Miguel Fernández y Lucía Solar.
Desde sus 6 años, asistía con su madre casi a
diario a la santa misa y suspiraba por la Comunión, que recibió
por primera vez el 11 de septiembre de 1910. Desde entonces procuraba comulgar
diariamente y pasar largo rato en diálogo amistoso con Jesús.
También desde su niñez vivió una intensa vida
mariana que fue uno de los cimientos fuertes de su vida espiritual. El conocimiento
y amor de la Madre de Dios vivificó y sostuvo todos los momentos de
su camino en el seguimiento de Cristo.
Hizo sus estudios en el colegio del Sagrado Corazón (1907
- 1918). Profundamente afectiva, se creía incapaz de vivir separada
de los suyos. Sin embargo, asumió generosamente la prueba de estudiar
en régimen de internado los tres últimos cursos, como entrenamiento
para la separación definitiva, que consumaría el 7 de mayo
de 1919, ingresando en las Carmelitas Descalzas de Los Andes.
A los 14 años el Señor le habló diciéndole
que quería su corazón sólo para Él, dándole
también la vocación al carmelo. Dentro de su preparación
está la lectura de santos carmelitas y la correspondencia con la Priora
de Los Andes. A los 17 años expone su ideal carmelita "sufrir y orar"
y con ardor defiende su vida contemplativa, que el mundo "tacha de inútil".
Le ilusiona saber que su sacrificio servirá para mejorar y purificar
al mundo.
Como Carmelita se llamó Teresa de Jesús, no alcanzando
a vivir ni un año entero en el convento. Murió el 12 de abril
de 1920. Las religiosas aseguraban que había entrado ya santa. De
modo que, en tan corto tiempo, pudo consumar la carrera a la santidad que
había iniciado muy en serio mucho antes de su primera comunión.
"Cristo, ese loco de amor, me ha vuelto loca", decía. Y su
ilusión y su constante empeño fue asemejarse a El, configurarse
con Cristo. Por eso, deseando llegar a ser una excelente copia suya, vivió
decidida a ir hasta el fin del mundo atravesando el fuego si hubiera sido
preciso para serle fiel.
Estaba siempre dispuesta a servir y a sacrificarse por los demás,
sobre todo por alegría y felicidad, para hacer amable y atractiva
la virtud. Su vida fue enteramente normal y equilibrada. Alcanzó una
envidiable madurez integrando en la más armoniosa síntesis
lo divino y lo humano: oración, estudios, deberes hogareños...
y deporte, al que era aficionadísima, destacando en la natación
y en la equitación.
Como joven bellísima, simpática, deportista, alegre,
equilibrada, servicial y responsable, Teresa de Los Andes está en
inmejorables condiciones para arrastrar a la juventud en pos de Cristo, y
para recordarnos a todos que es preciso cumplir el programa evangélico
del amor para realizarnos como personas.
Por su intercesión está derramando el Señor
una copiosa lluvia de gracias y favores de toda especie y atrayendo hacia
Sí a innumerables hijos pródigos. Su santuario, visitado por
más de cien mil peregrinos cada mes, se ha convertido en el centro
espiritual de Chile.
Así Teresa de Los Andes viene cumpliendo la misión
que ya le fuera reconocida poco después de su muerte: despertar hambre
y sed de Dios en nuestro mundo materializado. Beatificada por Juan Pablo
II en Santiago de Chile el 3 de abril de 1987, ha sido solemnemente canonizada
por el mismo Sumo Pontífice en Roma el 21 de marzo de 1993.