DIEGO VELÁZQUEZ
Coronación de la Virgen
Coronación de la Virgen
Diego Velázquez, Hacia 1635-1648
Óleo sobre lienzo • Barroco
176 cm × 124 cm
Museo del Prado, Madrid, España
La Coronación de la
Virgen es un lienzo de Diego Velázquez conservado en el Museo del
Prado. El cuadro, según Antonio Palomino, "estaba" en el oratorio
del cuarto de la reina Isabel de Borbón, esposa de Felipe IV, en el
antiguo Real Alcázar de Madrid.No se menciona, sin embargo, en el
inacabado inventario de 1666 ni en los posteriores de 1686 y 1700, recogiéndose
por primera vez en la lista de obras salvadas del incendio de 1734, donde
se describe como «la Santísima Trinidad coronando a la Virgen»
con atribución a Alonso Cano, nombre luego tachado y reemplazado por
el de Velázquez. En 1746 se inventarió con atribución
correcta en el Palacio del Buen Retiro y en 1772 en el Palacio Real Nuevo,
ingresando en el Museo en 1819.
Carl Justi y Aureliano Beruete la incluyeron entre las obras
tardías del pintor, al encontrar semejanzas estilísticas con
Las hilanderas. Allende-Salazar, seguido por el resto de la crítica,
observó sin embargo que el cuadro debió de pintarse antes de
1644, cuando aparece fechada la Coronación de Jusepe Martínez
para la Catedral de Zaragoza, cuya parte superior guarda estrecha semejanza
con el lienzo velazqueño. Para José López-Rey, con todo,
esa relación de dependencia no sería motivo suficiente para
adelantar la fecha de ejecución del lienzo de Velázquez, que
él data entre 1644-1648 por encontrarlo estilísticamente próximo
a la Fábula de Aracne y la Venus del espejo, pues Martínez
podría haber visto el cuadro de la Coronación de la Virgen
inacabado o haber recibido ciertas sugestiones de Velázquez, con quien
coincidió en Zaragoza en 1644 y a quien alguna vez dejó su
taller. El análisis técnico efectuado en el Museo del Prado
apunta, no obstante, a una fecha de ejecución en torno a 1635, como
indicaba ya Palomino, con una técnica de preparación del lienzo
y aplicación de las capas de color por transparencias semejante a
la empleada en otras obras de ese periodo, si bien la ejecución fue
en este caso más cuidada al tratarse de una obra de devoción
respondiendo a un encargo especial.
Se trata de una pintura en cierto modo excepcional dentro de
la producción de Velázquez, en la que no abundan las obras
de devoción, para la que se han sugerido como modelos iconográficos
algunas composiciones de igual tema de El Greco en el Museo del Prado y Hospital
de la Caridad de Illescas, una estampa de Alberto Durero fechada en 1510
y dos estampas sacadas de un cuadro de Marten de Vos, si bien, como advierte
Julián Gállego, la escena «apenas puede concebirse en
otro orden, con el Padre a la derecha, el Hijo a la izquierda y el Espíritu
Santo en forma de paloma, volando sobre la cabeza de la Virgen, sentada en
un plano inferior».
La composición de las figuras es triangular, con el vértice
invertido, siguiendo la moda de la época, dando la sensación
de un gran equilibrio y armonía de líneas. El protagonismo
es para la imagen de María cuyo rostro se presenta con los ojos bajos,
la nariz recta y los labios perfilados. La expresión es de modestia,
de reverencia y emoción. La composición del cuadro en conjunto,
tanto por el color como por la forma, recuerda un corazón. La actitud
de la Virgen, señalando con su mano derecha su propio corazón,
refuerza esta idea y mueve a la piedad. Esa forma de corazón, que
es lo más original del cuadro junto con la naturalidad de las figuras,
podría, en opinión de Gállego, ponerse en relación
con la devoción al Sagrado Corazón de María favorecida
junto con la devoción al Sagrado Corazón de Jesús por
san Francisco de Sales ya en 1611.
A la derecha del espectador está Dios Padre, representado
con gran dignidad como un viejo bondadoso. A la izquierda está Jesucristo,
con largos cabellos, ambos en actitud de coronar la cabeza de la Virgen con
guirnalda de flores. Y en el centro, la representación del Espíritu
Santo, bajo la forma de una paloma blanca. Estas tres Personas se disponen
a la misma altura, a lo largo de una hipotética línea que define
la base del triángulo, representando de este modo el mismo rango de
supremacía en la Divinidad.
Los colores empleados por Velázquez son los azules, principalmente
lapislázuli en los tonos azules más intensos de la capa de
la Virgen, rojos y morados, empleando laca orgánica roja mezclada
con blanco de plomo y calcita en diversa proporción, y laca orgánica
roja mezclada con el lapislázuli y la azurita para obtener los morados.
En algunas zonas, especialmente en los rojos, el pigmento empleado es muy
escaso, siendo mayor la proporción de aglutinante. Sobre el rojo de
los mantos y de la túnica de la Virgen, casi traslúcido y mezclado
con blanco de plomo, aplicó nuevas veladuras por medio de toques de
blanco, mientras la pintura aplicada a la túnica de Dios Padre literalmente
chorrea sobre el manto de la Virgen a causa de ese abundante empleo de aglutinante.
Para obtener esa transparencia en las capas de color aplicó a las
mezclas carbonato cálcico en gran cantidad, que absorbe el aglutinante
y se hace traslúcido. Ojos y manos aparecen de este modo casi difuminados.
También es muy escasa la materia pictórica empleada en las
nubes, que se superponen a los mantos y los cuerpos de los ángeles
pues, como es habitual en el pintor, no respeta el espacio asignado a cada
figura y realiza numerosas correcciones sobre la marcha, aunque en este caso
no pueda hablarse de arrepentimientos.
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(Samuel Miranda)