DIEGO VELÁZQUEZ
Inocencio X
Inocencio X
Diego Velázquez, 1650
Óleo sobre lienzo • Barroco
140 cm × 120 cm
Galería Doria Pamphili, Roma, Italia
El Retrato de Inocencio X
es una pintura realizada al óleo sobre lienzo por Diego Velázquez,
en el verano de 1650. Actualmente se encuentra en la Galería Doria
Pamphili de Roma, también conocida como Palazzo Doria-Pamphili.
El cuadro se realizó durante el segundo viaje a Italia de Velázquez
entre principios de 1649 y mediados de 1651. Hay constancia documental de
que el papa posó para Velázquez en agosto de 1650. El cuadro
aparece firmado en el papel que sostiene el pontífice, donde se lee:
«Alla santa di Nro Sigre / Innocencio Xº / Per / Diego de Silva
/ Velázquez dela Ca / mera di S. Mte Cattca»
El Pontífice posó para Velázquez porque
seguramente ya era consciente de su maestría; hubieron de conocerse
en 1625, cuando siendo nuncio Inocencio viajó a Madrid. En las mismas
fechas de este retrato, Velázquez hizo otros de menor formato de personajes
próximos a Inocencio X, incluido su barbero, si bien ninguno está
fechado y pueden ser posteriores a la efigie del papa. Tres de estos retratos
se conservan: en la Hispanic Society de Nueva York (Retrato del cardenal
Camillo Astalli), en el palacio de Kingston Lacy, Reino Unido (Retrato de
Camillo Massimi), y en el Museo del Prado (Retrato de Ferdinando Brandani).
Este último, antes conocido como El barbero del Papa, fue adquirido
por el museo madrileño en 2003 y luego se desveló la verdadera
identidad del personaje.
Se cuenta que, cuando el papa vio terminado su retrato, exclamó,
un tanto desconcertado: Troppo vero! («demasiado veraz»), aunque
no pudo negar la calidad del mismo. El pontífice obsequió a
Velázquez con una medalla y una cadena de oro, que figurarían
entre los bienes del pintor cuando éste falleció.
El cuadro se ha mantenido en manos del mismo linaje desde que
se pintó; primero en la familia Pamphili, y luego en la Doria-Pamphili
cuando ambas se unieron. El pintor Joshua Reynolds lo elogió como
«el mejor retrato de toda Roma», y un crítico comentó
que «al lado hay colgada una Virgen de Guido Reni, que por comparación
parece de pergamino». El historiador Hippolyte Taine consideró
este retrato como «la obra maestra de todos los retratos» y que
«una vez visto, es imposible de olvidar».
Una de las virtudes de Velázquez es que era capaz de
penetrar psicológicamente en el personaje para mostrarnos aquellos
aspectos ocultos de su personalidad. Aunque sus retratos eran calificados
de «melancólicos y severos», para el gusto actual resultan
mucho más veraces que los de Rubens y Van Dyck, quienes en vida gozaron
de mayor éxito comercial porque adulaban a sus clientes embelleciéndolos.
La expresión del Papa es tensa, con el ceño fruncido;
totalmente opuesta a los retratos realizados por Rafael y Carlo Maratta,
que oscilan entre expresiones más o menos introspectivas y afables,
pero que no llegan al semblante casi agresivo de Inocencio X.
Técnicamente, el retrato es elogiado por su arriesgada
gama de color, de rojo sobre rojo: sobre un cortinaje rojo, resalta el sillón
rojo, y sobre éste el ropaje del papa. Esta superposición de
rojos no consigue aplastar el vigor del rostro. Velázquez no idealiza
el cutis del papa dándole un tono nacarado, sino que lo representa
rojizo y con una barba desmañada, más de acuerdo con la realidad.
Página Principal
(Samuel Miranda)