1936 d.C.
21 de septiembre
BEATOS VICENTE GALBIS GIRONÉS
y MANUEL TORRÓ GARCÍA. Estos dos mártires de la persecución
religiosa de 1936 en España eran seglares cristianos, casados, nacidos
en Onteniente, provincia de Valencia. El 21 de septiembre de 1936, junto
con otros cuatro católicos, fueron fusilados por los milicianos en
el cementerio de Benisoda (Valencia). Mientras los llevaban al martirio rezaron
en voz alta el Rosario, cantaron la Salve y gritaron «¡Viva Cristo
Rey!» hasta que los mataron. Fueron beatificados el año 2007.
Vicente nació en 1910. Estudió en el Colegio de la Concepción de los Franciscanos de su pueblo y se licenció en Derecho en la Universidad de Valencia. Fue miembro activo de varias asociaciones religiosas. Su virtud más destacada fue la caridad. Por su conducta y sus actuaciones de verdadero cristiano, lo acosaron desde el comienzo de la revolución. Lo detuvieron en su casa, donde dejaba esposa y un hijo recién nacido. Manuel nació en 1902.
Perteneció y fue miembro activo de varias asociaciones cristianas y perteneció a la Tercera Orden de San Francisco. Al empezar la revolución, el párroco le confió la custodia del Santísimo Sacramento, y en la fábrica de papel «La Clariana» se reunían los domingos él y sus familiares, él leía las oraciones de la Misa y comulgaban. Perdonó y pidió a su mujer que perdonara a los perseguidores, y como muestra de su perdón dio los cigarrillos que llevaba a sus asesinos.
Vicente nació en 1910. Estudió en el Colegio de la Concepción de los Franciscanos de su pueblo y se licenció en Derecho en la Universidad de Valencia. Fue miembro activo de varias asociaciones religiosas. Su virtud más destacada fue la caridad. Por su conducta y sus actuaciones de verdadero cristiano, lo acosaron desde el comienzo de la revolución. Lo detuvieron en su casa, donde dejaba esposa y un hijo recién nacido. Manuel nació en 1902.
Perteneció y fue miembro activo de varias asociaciones cristianas y perteneció a la Tercera Orden de San Francisco. Al empezar la revolución, el párroco le confió la custodia del Santísimo Sacramento, y en la fábrica de papel «La Clariana» se reunían los domingos él y sus familiares, él leía las oraciones de la Misa y comulgaban. Perdonó y pidió a su mujer que perdonara a los perseguidores, y como muestra de su perdón dio los cigarrillos que llevaba a sus asesinos.