VIGILIA PASCUAL
La celebración de la
Vigilia Pascual constituye el centro de todo el año litúrgico.
En esta noche santa, la Iglesia celebra, en la forma más expresiva,
la obra de la redención como memoria, presencia y espera.
En la Pascua judía se siente la necesidad de velar alegremente
para recordar la salvación realizada por Dios: "Noche de guardia fue
ésta para Yavhé, para sacarlos de la tierra de Egipto. Esta
misma noche será la noche de guardia en honor de Yavhé para
todos los israelitas, por todas sus generaciones" (Éxodo 12,42).
Los Cristianos recuerdan la noche en la cual Cristo sale
de la tumba, victorioso de la muerte. En la Pascua cristiana, esta memoria
se hace realidad, porque el mismo Cristo resucitado está presente
en la comunidad que celebra el gran acontecimiento.
Para todo cristiano este velar adquiere el valor simbólico
de la espera de la venida del Señor. Así la Vigilia Pascual
se transforma en programa de vida. Para que el simbolismo tenga sentido,
las normas litúrgicas indican que esta celebración se desarrolle
en la noche: después de que empiece a oscurecer y antes del alba.
El paso de las tinieblas a la luz, de la noche al día
es otro simbolismo importante que domina la celebración. Las tinieblas
simbolizan el pecado, la luz a Cristo resucitado. Este paso o Pascua es cantado
en el Pregón Pascual.
"Esta esa la noche en que sacaste de Egipto a los israelitas,
nuestros padres, y les hiciste pasar a pie el mar Rojo. Esta es la noche
en que la columna de fuego esclareció las tinieblas del pecado".
Esta es la noche en que a todos los que creen en Cristo, por
toda la tierra, los arranca de los vicios del mundo y de la oscuridad del
pecado, los restituye a la gracia y los agrega a los Santos.
Esta es la noche en que, rotas las cadenas de la muerte, Cristo
asciende victorioso del abismo. Las primeras comunidades cristianas sentían
el gozo de esta noche luminosa y pensaban que no era lícito dormir.
Todos velaban esperando al Cristo resucitado.