Nació en Roma en
el año 500 en el seno de una familia noble y fue Papa desde el 537.
Subió al trono gracias a la simonía, la calumnia, y al complót
urdido contra Silverio, con la complicidad de la emperatriz Teodora. Belisario
se encargó de ratificar su elección, instigado por su esposa
Antonina, que formaba parte del complót.
Vigilio tuvo que prometer a Teodora que, una vez papa, habría
devuelto al eutiquiano Antimo la sede de Constantinopla y que habría
levantado la condena a la teoría monofisita pronunciada en el Concilio
de Calcedonia. Cuando le pidieron que respetara los acuerdos, en un principio
Vigilio aceptó, revocando la condena. Pero ésto provocó
la reacción de todos los obispos occidentales y africanos.
Vigilio entonces retractó y ésto irritó
la Corte imperial bizantina. Justiniano le llamó a Constantinopla
donde le condujeron con la fuerza. Le acogieron con grandes honores pero
en realidad le tenían prisionero. El emperador pretendió que
el papa levantara la condena a la doctrina eutiquiana. Fue entonces, más
que en otras ocasiones, cuando Vigilio dio muestra de toda su debilidad:
pasando de una posición a su exacto contrario, decepcionando a unos
y a otros.
La Última decisión de Vigilio fue favorable a Justiniano.
Como agradecimiento por haber abrazado finalménte su voluntad, Justiniano
emanó la así llamada "Pragmática Sanción" con
la que se asociaba el papa al gobierno bizantino en Italia, y a los obispos
se les reconocían poderes también judiciales, además
de religiosos y civiles. Sin duda alguna ésto fortalecía el
poder de la Iglesia ante el Estado.
Segundo Concilio de Constantinopla (Quinto
Concilio General)
Este Concilio se sucedió en Constantinopla (5
de Mayo - 2 de Junio del 553), habiendo sido convocado por el Emperador Justiniano.
Fue atendido por los Obispos Orientales; solo seis Obispos Occidentales
(África) estuvieron presentes. El presidente fue Eutiquio, Patriarca
de Constantinopla. Esta asamblea fue en realidad la última fase de
un largo y violento conflicto inaugurado por el edicto de Justiniano del
543 en contra del origenismo. El emperador estaba persuadido que el nestorianismo
continuaba fortaleciéndose con los escritos de Teodoro de Mopsuestia
(hacia el 457), Teodoreto de Ciro (hacia el 457) y de Ibas de Edesa (hacia
el 457), también de las apreciaciones personales que los dos primeros
escritores eclesiásticos habían mantenido por mucho tiempo.
Desde el 25 de Enero del 547, el Papa Vigilio fue detenido
por la fuerza en la ciudad real, originalmente se había rehusado
en participar en la condenación de los TRES CAPÍTULOS (esto
es una breve declaración de anatema sobre los escritos de: Teodoro
de Mopsuestia, Teodoreto de Ciro; sobre los últimos escritos de Ibas
de Edesa a Maris, Obispo de Hardschir en Persia; en contra de San Cirilo
de Alejandría y el Concilio de Éfeso). Posteriormente (por
su "JUDICATUM", 11 de Abril del 548), Vigilio había condenado los
TRES CAPÍTULOS (una doctrina censurable), pero expresamente mantuvo
la autoridad del Concilio de Calcedonia (451) respecto a Teodoreto e Ibas
quienes, después de la condenación de Nestorio, habían
sido restablecidos en sus sedes. En Occidente nació un fuerte descontento
por este paso que parecía un debilitamiento en materias puramente
eclesiásticas ante el poder civil, y una injusticia con hombres muertos
desde hacía mucho tiempo y juzgados por Dios; para la mentalidad Occidental
era muy objetable la falta de conocimiento preciso de la situación
teológica de los Griegos en ese tiempo. Como consecuencia de ésto,
Vigilio había persuadido a Justiniano para devolver el documento papal
antes mencionado, y proclamar una tregua hasta que un Concilio General fuese
llamado para decidir sobre estas controversias. Ambos, el emperador y los
Obispos griegos, violaron esta promesa de neutralidad; el primero en particular,
publicando (551) su famoso edicto, HOMOLOGIA TES PISTEOS, condenando de nuevo
los TRES CAPÍTULOS, y rehusándose en retirarlo.
Por su digna protesta, Vigilio sufrió varias indignidades
personales a manos de la autoridad civil y casi pierde su vida; se retiró
finalmente a Calcedonia, en la iglesia de Santa Eufemia, donde se había
llevado a cabo el Concilio; desde allí informó al mundo cristiano
del estado de las cosas. Pronto los Obispos Orientales buscaron reconciliarse
con él, y le indujeron a volver a la ciudad, y retiraron todo lo
que se había hecho, hasta esa fecha, en contra de los TRES CAPÍTULOS;
el nuevo Patriarca, Eutiquio, sucesor de Mennas, cuya debilidad y servilismo
fueron la causa inmediata de toda esta violencia y confusión, presento
(6 de Enero del 530) su instructor de la fe a Vigilio y, en unión
con los otros Obispos Orientales, urgió al llamado a un Concilio General
bajo la presidencia del Papa. Vigilio estaba dispuesto, pero propuso que
debía ser celebrado en Italia o en Sicilia, de forma de asegurar la
atención de los Obispos Occidentales. Justiniano no estuvo de acuerdo
con ésto, pero propuso, en su lugar, una comisión especial
conformada de delegados por cada uno de los grandes patriarcados. Vigilio
sugirió que se escogiese un número igual de delegados del Oriente
y de Occidente, pero esto no fue aceptable al emperador, quien directamente
abrió el Concilio bajo su propia autoridad en la fecha y forma mencionada
antes. Vigilio rehusó participar, no sólo teniendo en cuenta
la abrumadora proporción de los Obispos Orientales, sino también
por miedo a la violencia; adicionalmente, ninguno de sus predecesores había
tomado parte personalmente en un Concilio Oriental. Él se adhirió
fuertemente a esta decisión, así que expresó su deseo
de dar un juicio independiente sobre las materias propuestas. Se sostuvieron
ocho sesiones, siendo el resultado la condena final de los TRES CAPÍTULOS
por los 165 Obispos presentes en la última sesión (2 de Junio
del 553) en 14 anatemas similares a los 13 previos publicados por Justiniano.
Durante ese tiempo, Vigilio había enviado al emperador
(14 de Mayo) un documento conocido como primer "CONSTITUTUM" (Pacto) (Mansi,
IX, 61-106), firmada por él mismo y dieciséis Obispos, la mayoría
Occidentales, en el cual dieciséis proposiciones heréticas
de Teodoro de Mopsuestia fueron condenadas, y, en cinco anatemas, se repudió
su enseñanza cristológica; se prohibió, sin embargo,
condenar su persona, o proceder posteriormente en condena de los escritos
o la persona de Teodoreto, o de la carta de Ibas. Parecía que no
era una tarea muy fácil, dadas las circunstancias, denunciar apropiadamente
al gran teólogo de Antioquía y sus seguidores, y mantener
enhiesta la reputación y autoridad del Concilio de Calcedonia, que
se había contentado con obtener esencialmente la sumisión
de todos los simpatizantes de Nestorio, pero por esa misma razón,
nunca se le había perdonado eso por los Monofisitas, oponentes de
Nestorio y su herejía, quienes estuvieron ahora coaligados con los
numerosos enemigos de Orígenes, y hasta la muerte de Teodora (548)
habían disfrutado del apoyo de esta influyente Emperatriz.
Las decisiones del Concilio fueron ejecutadas con violencia de
acuerdo con su conducta, aunque la ansiada reconciliación con los
Monofisitas no se dio. Vigilio, junto con otros oponentes a la voluntad
imperial, tal como lo registraron por los sirvientes de la corte del prelado,
daba la impresión que habían sido desterrados (Hefele, II,
905), junto con los devotos Obispos y eclesiásticos más cercanos,
ya al Alto Egipto o a una isla en el Propontis. Por la séptima sesión
del Concilio, Justiniano fue la causa que el nombre de Vigilio fuese eliminado
de los dípticos (tablillas de madera con los nombres de los obispos),
sin prejuicio sin embargo, como se dijo, de compartir la Sede Apostólica.
Pronto, la clerecía romana y la gente, liberados por Narses del yugo
Gótico, solicitaron al emperador permitir el regreso del Papa, lo
que aceptó Justiniano con la condición que Vigilio debía
reconocer este último Concilio. Vigilio finalmente lo aceptó
y en dos documentos (una carta a Eutiquio de Constantinopla del 8 de Diciembre
del 553, y un segundo "CONSTITUTUM", pacto, del 23 de Febrero del 554, probablemente
dirigido al episcopado Occidental) condenó, por último, los
TRES CAPÍTULOS (Mansi, IX, 424-20, 457-88; cf. Hefele, II, 905-11),
en forma independiente y sin mencionar el Concilio. Su posición nunca
se fundamentó en una base doctrinal sino en la decencia y oportunidad
de las medidas propuestas, en la equívoca violencia imperial, y en
el miedo de daño a la autoridad del Concilio de Calcedonia, especialmente
en el Occidente. A pesar del reconocimiento adicional de Pelagio I (555-560),
el Quinto Concilio General sólo gradualmente adquirió en la
opinión pública un carácter ecuménico. En el
norte de Italia las provincias eclesiásticas de Milán y Aquilesa
rompieron su comunión con la Sede Apostólica; la primera cediendo
sólo hacia el final de la sexta centuria, mientras que la última
(Aquilesa - Grado)prolongó su resistencia hasta cerca del 700 (Hefele,
op. cit., II, 911-27) (Para una apreciación equitativa de la conducta
de Vigilio, ver además de su artículo, el juicio de Bois en
el diccionario de teología cath., II, 1238-39.). El Papa siempre
estuvo en lo correcto en lo que a la doctrina corresponde, y cedió,
para asegurar la paz, cuando tuvo la seguridad que no había nada que
temer de la autoridad del Concilio de Calcedonia, el primero, con todo el
Occidente, en deliberar en el peligro de las maquinaciones de los Monofisitas.
Se han perdido las Actas del Concilio del original en Griego,
pero aún existe una versión latina muy antigua, probablemente
contemporánea, hecha para el uso de Vigilio, ciertamente con anotaciones
de su sucesor Pelagio I. En el siguiente Concilio General de Constantinopla
(680) se encontró que las Actas del Quinto Concilio habían
sido falsificadas (Hefele, op. cit., II, 855-58) en favor del Monotelismo;
aunque no es cierto que en su forma presente las poseamos en su tamaño
original. Esto tiene peso en la disputa acerca de la condenación de
Orígenes en este Concilio. Hefele, movido por la antigüedad y
persistencia de los informes acerca de la condenación de Orígenes,
afirma que éste fue condenado incidentalmente, y que su nombre, en
el undécimo anatema no es una interpolación.
Por otra parte el emperador se reservaba el derecho a ratificar
la elección del pontífice romano. Vigilio murió en
Siracusa, durante el viaje de regreso a Italia.