BEATA VILBURGA
1289 d.C.
11 de diciembre
Wilbirg nació cerca
de la abadía de San Florian en Austria. Su padre, Henry, murió
durante una peregrinación a Jerusalén; fue educada por su madre,
una ama de casa. A los 16 años, con su amiga Matilde, hizo una peregrinación
a Santiago de Compostela, en España. De regreso a su patria, su amiga
Matilde quería hacer una nueva peregrinación, esta vez a Roma,
pero Wilbirg ya había tomado la decisión más definitiva
y completa su vida.
Renunció al mundo, el día de la Ascensión
de 1248, se encerró solemnemente en una celda junto a la iglesia de
los Canónigos Regulares de San Agustín de la abadía
de San Florián. Los ermitaños de la época eligieron
esta forma de aislamiento, aislándose en pequeños edificios
construidos fuera de los conventos, pero muy cerca de todos ellos, disfrutando
de la dirección espiritual de los monjes. A veces incluso los mismos
monjes del monasterio eligieron esta forma de penitencia para una mayor dedicación
a la ascesis y la mortificación.
A través de una ventana que daba a la iglesia de la abadía,
Wilbirg participaba en la liturgia de los monjes. Su amiga Matilde también
tomó una célula vecina, en semi-libertad, pues así podía
proporcionar suministros a su amiga. Esta vida de reclusión duró
40 años, hasta su muerte. Sólo dejó a su celda una vez,
y por un corto periodo de tiempo, cuando en 1275, para escapar de los soldados
de Rodolfo Habsburgo, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico,
debió huir junto con los monjes agustinos por los muros de ciudad
de Enns.
Por méritos de su unión con Dios, tuvo dones sobrenaturales,
como la visión de los acontecimientos contemporáneos. Tal era
su fama de espiritualidad y vida interior, que laicos y religiosos, los pecadores
y gente piadosa, gente de todas las clases sociales, se acercaban hacia la
ventana de su celda para pedir consejo y oraciones a esta mujer que fue un
ejemplo de penitencia.
La fama de Wilbirg sobrepasó los límites de Austria,
fue invitada por la beata Inés de Bohemia, después por Catalina,
sobrina del beato papa san Gregorio X, quien la invitó a fundar un
convento en Italia, pero en ambos casos, no quiso salir de su celda, del
silencio y el recogimiento. Mantuvo correspondencia espiritual con el famoso
monje cisterciense Gustolfo Viena. Con 56 años murió en su
celda. Fue enterrada en la iglesia del convento San Florian, donde todavía
descansa en un sarcófago en la cripta.
Su culto no se ha interrumpido en todos estos siglos, peregrinos
de Austria y Alemania continúan fluyendo a venerarla. Ya se le consideró
en vida santa y en el aniversario de su muerte se oficia una misa solemne,
aunque nunca ha sido oficialmente beatificada por la Iglesia. Su vida ha
sido inspiración literaria de algunos escritores alemanes.