BEATO ZOLTÁN LAJOS
1951 d.C.
4 de marzo
Zoltán Lajos nació
el 2 de enero de 1892 en el seno de una familia de sólida tradición
católica. Llamado al sacerdocio, consiguió en la Pontificia
Universidad Gregoriana el doctorado en Filosofía y en Teología
y el título en Derecho Canónico. El 28 de octubre de 1937 fue
ordenado obispo y nombrado auxiliar de la archidiócesis de Esztergom
en Hungría. Su preparación y su celo pastoral le permitieron
una notable laboriosidad pastoral y cultural. Inmediatamente después
de la segunda Guerra Mundial, el régimen comunista húngaro
inició un encarnizado ataque contra la Iglesia católica, aplicando
a sus integrantes formas de intolerancia que a menudo desembocaron en violentas
y sanguinarias persecuciones. Acontecimiento emblemático de este período
de terror y real opresión fue la detención del Primado de Hungría,
el arzobispo Jozsef Mindszenty.
En el 1950, en oposición al deseo gubernativo, los canónigos
de la catedral de Esztergom-Budapest eligieron al Beato Meszlényi
como nuevo Vicario capitular, reconociendo así su rectitud y firmeza.
Mons. Meszlényi, consciente de los riesgos, aceptó el nombramiento
con prontitud y disponibilidad. La represión del régimen no
se hizo esperar. Diez días después, el obispo fue detenido
y, sin ningún proceso, fue internado en el establecimiento penal de
Recsk y luego deportado al campo de concentración de Kistarcsa, cerca
de Budapest, donde lo mantuvieron en total aislamiento. Iniciaron así
ocho meses de cruel reclusión, en los que tuvo que sobrevivir casi
sin comida y ni calefacción, jornadas de trabajo forzado y de violencias
e inexplicables torturas, cosas en que los opresores de todos los tiempos
son muy expertos. Frente al dilema ´fidelidad-traición´,
Mons. Meszlényi confirmó con fortaleza su fidelidad al Evangelio,
pese a vivir la perversidad de los acontecimientos, nunca perdió su
fe en la misericordia y providencia divina. Soportó todo con amor.
Murió agotado de privaciones el 4 de marzo1951. La reclusión
inhumana literalmente lo mató. El móvil de su martirio fue
el odio de los verdugos hacia Jesús, hacia Evangelio y hacia Iglesia.
Esa es la consecuencia del mal que engendra odio: se va dejando una estela
de muerte, destrucción y dolor indecible.
Apenas se supo la noticia de su muerte, los que lo conocieron
vieron en lo vivido por Mons. Meszlényi el sello del martirio. El
régimen comunista obstaculizó de todos los modos posibles cualquier
investigación para conocer la realidad de lo acontecido. Pero, como
se sabe, la mentira no puede vencer a la verdad. Después de la caída
del régimen la verdad brilló en toda su magnitud por el múltiple
testimonio de documentos y personas.
La Iglesia es una Iglesia de mártires, es decir de fuertes
y atrevidos testigos del Evangelio. El mártir cristiano tiene a una
muy precisa cualidad. Es asesinado, no mata. Es ultimado por odio a Jesús
y a su Evangelio de vida y verdad. Pero su respuesta no es el odio sino el
amor, no es la venganza sino el perdón, no es el resentimiento sino
el rogar por la salvación de sus perseguidores y verdugos. Y esta
es la gran lección de vida que mons. Meszlényi nos deja hoy,
primera víctima del régimen comunista soviético posterior
a la II Guerra Mundial que llega a la gloria de los altares.