JULIO II
1503-1513 d.C.



 Juliano della Rovere fue elegido en seguida. Su personalidad se impuso a todos. Será el Papa de la guerra, y su nombre mismo, homenaje a Julio César, indicaba todo un programa político. Quedaba el otro César, el Borgia, que no renunciaba a sus estados, y al que Julio II nombró portaestandarte del ejército papal. En 1504 César fue arrestado, encerrado en un castillo, desde donde logró huir para refugiarse en la corte de su cuñado, el rey de Navarra. El hijo de Alejandro VI, modelo del Príncipe, cayó en una batalla sin importancia (1507), bajo las murallas de Viana, mientras conducía el asalto de las tropas del rey de Navarra. Fue enterrado en la Iglesia de Viana, pero años más tarde el obispo de Pamplona exhumó sus restos mortales, considerando como un sacrilegio su presencia en una Iglesia. Del que había elegido como lema el clásico "Aut Caesar aut nihil" no quedaba más que un triste recuerdo.

   En 1506 Julio II había creado la guardia pontificia, cuyos uniformes fueron dibujados probablemente por Miguel Angel. A la cabeza de este nuevo ejército, el Papa reconsquistó toda Italia central, Perusa y Bolonia, de donde echó a las dos familias reinantes, los Baglioni y los Bentivoglio, y se dirigió contra Venecia, que se había apoderado de varios territorios pontificios. Para poder enfrentarse con Venecia, Julio se alió con los franceses. En 1509 las tropas de Luis XII vencían a los venecianos en Agnadello. Pero el Papa se dio cuenta de que un aliado como Luis XII no era nada cómodo, y trató entonces de conseguir la unidad de la península con el fin de echar a los bárbaros.

   Su mayor apoyo en esta nueva campaña fueron los suizos, dirigidos por Mateo Schiner, obispo de Sión. Fue Schiner una de las personalidades más brillantes de su tiempo, hombre de la Iglesia, soldado y humanista a la vez, el aliado más fiel de Julio II. La Liga Santa, organizada por el Papa, fue vencida en Ravena por Gastón de Foix, general de Luis XII, que pereció en la batalla. Pero después la suerte de la guerra en Italia se volvió en contra de los franceses, que perdieron Pavía y Milán, a la que pudieron regresar los Sforza, apoyados por el Papa.

   Asustados por los éxitos de Julio II, que amenazaba con reunir a toda Italia bajo un solo príncipe (esta vez el príncipe era el mismo Pontífice), el emperador y el rey de Francia decidieron hacer algo; Luis XII pensó en imponerle una nueva Pragmática Sanción; el emperador trató de reunir un concilio general. Pero Julio reunió rápidamente un concilio general en Letrán (19 de abril de 1512), y el emperador no osó levantarse abiertamente contra el Papa, de manera que Luis XII fue el único sostén del concilio cismático, que murió sin gloria en Lyon.

   Mientras tanto, el Papa había caído enfermo y se había creído en su fallecimiento. Pero, asustando a todos, Julio II recobró la salud, se levantó de su lecho y volvió a sus actividades ordinarias (agosto de 1511). El Concilio ecuménico, el XVIII, fue abierto el 22 de mayo de 1512. España e Inglaterra participaban en él, Alemania dio su adhesión en el otoño siguiente. No se pudo llegar a ningún acuerdo definitivo, ya que Julio II, llamado el Terrible, falleció el 20 de febrero de 1513, entre los cardenales que le besaban la mano, conscientes de que la Santa Sde acababa de perder a uno de sus más gloriosos Pontífices. "Roma se daba cuenta (escribía Gregorovius) de que un alma real había abandonado el mundo".

   Los mejores artistas de su tiempo trabajaron para el Papa Julio II. Entre ellos Miguel Angel, Rafael y Bramante. El 31 de octubre de 1512, Miguel Angel terminó de pintar la Capilla Sixtina, después de cuatro años de trabajo. El Papa encargó al gran artista la construcción de un inmenso mausoleo, que tenía que incluir centenares de estatuas alegóricas y que no llegó nunca a realizarse. De la proyectada obra, Miguel Angel esculpió sólo el Moisés, una de las estatuas más extraordinarias del Renacimiento, que vigila la tumba de Julio II en la Iglesia de San Pietro in Vincoli, en Roma.  El 18 de abril de 1506, Julio II

   Miguel Angel trabajaba en la Capilla Sixtina, Rafael pintaba las famosas stanze, o estancias, en el Vaticano, cubriendo con maravillosos frescos las paredes de varias habitaciones, perfectamente conservados. En dos de los frescos aparece el retrato de  Julio II. En la ciudad de Fano el Papa fundó la primera imprenta en lengua árabe. Durante los diez años de su pontificado fueron creadas algunas de las obras de arte más importantes del Renacimiento, que transformaron a Italia en una nueva Grecia y que hasta en nuestros días siguen influyendo en el destino de los hombres.

   Si Julio II y sus cardenales se olvidaron a menudo de Dios y se dedicaron a la política, los artistas, sus comtemporáneos, fueron los mensajeros de la perfección, de la belleza moral y espiritual, y corrigieron con su creación los errores en que habían caído los sucesores de Pedro.

Bula Ea Quae Pro Bono

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(Samuel Miranda)