LEON XIII
1878-1903 d.C.
Vincenzo Gioacchino
Pecci, el sexto hijo de una familia humilde, vino al mundo el 2 de marzo
de 1810, en la ciudad de Carpineto, situada al sur de Roma.
Vicenzo fue educado primero en el colegio jesuita de Viterbo
(1818-24), luego en el Colegio Romano (1824-32) y posteriormente estudió
en la Academia de Estudios Eclesiásticos (1832-37).
Ordenado sacerdote del Señor en 1837, fue inmediatamente
integrado al servicio papal, y como gobernador fue enviado primero a Benevento
(1838-41) y luego a Perugia (1841-43). Se distinguió por ser muy
capaz y justo en el gobierno de los estados pontificios a él encomendados,
por lo que tuvo una reconocida popularidad. Su profunda preocupación
social le llevó, entre otras iniciativas, a crear un banco para ayudar
a los pobres.
En 1843 fue consagrado obispo, siendo enviado por Su Santidad
Gregorio XVI a Bélgica para asumir allí la nunciatura. Dos
años más tarde, nuevamente en Italia, le era encargado el gobierno
pastoral de la diócesis de Perugia. En 1853 es creado Cardenal por
el Papa Pío IX.
Durante su paternal presencia como Pastor de su diócesis,
insistió mucho en fomentar una profunda instrucción religiosa
de sus fieles. Para dar un fuerte impulso al estudio del tomismo, fundó
en el año 1859 la Academia de Santo Tomás de Aquino.
Cuando en el año 1860 el estado pontificio de Perugia
era anexado a Cerdeña, una legislación fuertemente secularista
era introducida por los nuevos gobernantes —conocidos con el nombre de piamonteses—,
poniendo fuertes trabas a la libertad religiosa de los fieles católicos.
La situación llevó a Monseñor Pecci a alzar firme su
voz de protesta, siendo constante y firme en la defensa que hacía
de los derechos de la Iglesia y de su grey en particular. Sin embargo, a
pesar de esta actitud de oposición, supo mantener siempre una buena
relación con el nuevo gobierno.
En una serie de cartas pastorales publicadas entre 1874-77
el Cardenal Pecci hacía público su deseo de lograr un mayor
acercamiento entre el catolicismo y la cultura contemporánea.
El año 1877 es trasladado a Roma y —luego del tránsito
del Papa Pío IX— es nombrado camarlengo (Cardenal que administra
los asuntos de la Iglesia cuando sobreviene la vacancia de la Sede Apostólica).
Será él el elegido, el 20 de febrero de 1878, para sucederle
en la cátedra de Pedro.
Tras un cónclave de tres días la elección
de un nuevo Pontífice recaía un tanto inesperadamente sobre
el Cardenal Gioacchino Pecci, por entonces un hombre que con una salud bastante
precaria llegaba a los casi 69 años. Acaso por ello pensaron algunos
que se trataba de un pontificado "de transición". Sin embargo, a
despecho de toda cábala humana, el Espíritu Santo elegía
a este siervo suyo para guiar la Barca de Pedro por el umbral del siglo
adveniente, el siglo XX.
Al asumir la misión apostólica que Dios le
confiaba, la de confirmar a su hermanos en la fe, el nuevo Pontífice
elegía el nombre de León. ¿Una inspiración divina
para que su nombre fuese como un signo o anuncio de lo que sería la
nota esencial de su pontificado? Lo cierto es que el nuevo Papa, que a más
de uno habría sugerido la idea de que el suyo sería un pontificado
breve, habría de guiar la barca de Pedro —con ejemplar firmeza— ¡durante
casi veintiséis años! Y vaya que, cual rugido de león,
haría resonar más de una vez la firme voz de la Iglesia en
todo el mundo, la voz que con singular energía se alza en defensa
de sus hijos, especialmente cuando ve que se maltrata y desprecia a los más
débiles e indefensos.
En este sentido, Su Santidad León XIII ha llegado
a ser conocido como el primer Papa de las encíclicas. Muy prolífico
en su labor magisterial —publicó alrededor de cincuenta documentos—,
hizo conocer al mundo entero la enseñanza de la Iglesia iluminando
con la luz del Evangelio los más diversos problemas que se iban presentando
en su tiempo.
La más importante de sus encíclicas, sin duda,
es la conocida con el nombre de Rerum novarum, y fue promulgada el 15 de
mayo de 1891. Con esta encíclica se iniciaba una nueva etapa conocida
como Magisterio Social Pontificio, etapa que de ninguna manera desconoce
sino que, todo lo contrario, hunde sus raíces en el Evangelio mismo,
así como en el pensamiento y la acción social que, inspirándose
en las enseñanzas evangélicas del Maestro, han acompañado
a la Iglesia desde el inicio de su caminar.
Por medio de esta encíclica el Papa de los obreros,
con tono firme, hacía resonar en el mundo entero la voz de la Iglesia
que, una vez más, se alzaba en defensa de los débiles, los
pobres, los «sin voz». Advertía claramente de los peligros
que traerían para el mismo hombre las nuevas concepciones políticas,
sociales y económicas que no tomaban en cuenta a la persona humana
y que, además, evadían sus responsabilidades sociales por
su marcada tendencia individualista. Ciertamente, la creciente pobreza y
explotación del hombre por el hombre —en el campo del trabajo— hacía
necesario este llamamiento universal que, en nombre de Dios y con hondo
clamor humano defendiese a los obreros.
Al publicar la Rerum novarum, el Papa León XIII mostraba
una vez más la profunda preocupación que, como Pastor Universal,
movía su corazón para alzar su enérgica voz de protesta
al agravarse cada vez más la llamada "cuestión social". No
sin razón su encíclica ha sido llamada la «Carta Magna
del Trabajo».
Es conocido también el gran empeño que Su Santidad
León XIII pusiera en favorecer la unidad entre la fe y el pensamiento.
Con este fin dio un nuevo impulso a la doctrina de Santo Tomás de
Aquino, proponiendo en su encíclica Aeterni Patris a este santo como
modelo para los estudios filosóficos y teológicos.
En el terreno ecuménico se dio un verdadero cambio,
al menos en lo que se refiere a las relaciones con la Iglesia Oriental. El
objetivo del Papa León XIII, en este sentido, era lograr la reunificación
de quienes se habían separado de la Iglesia. Fruto de esos esfuerzos
fueron, en 1879, el fin del cisma caldeo y del cisma armenio.
En este mismo campo, la cosas no fueron tan bien en lo que
se refiere a los anglicanos. Con ellos no sólo no se llegó a
ningún acuerdo, sino que se abrió más aún la brecha
cuando en 1896 una comisión pontificia, nombrada por el mismo Santo
Padre con el objeto de estudiar la validez de las ordenaciones anglicanas,
llegó a la conclusión que no se había dado entre ellos
la continuidad de la sucesión apostólica.
La actitud que el Papa León XIII mostró frente
a las diversas ciencias fue la de un vivo interés y deseo de que
se llegase siempre al conocimiento de la verdad. Entre otras cosas, fue
él quien abrió las puertas del Archivo Vaticano en 1883 —de
acceso muy restringido durante siglos—, dando amplias facilidades para la
investigación histórica.
A lo largo de su pontificado, León XIII mostró
extraordinarias habilidades para el gobierno y el manejo de las relaciones
internacionales con otros Estados.
Una de las intenciones de su pontificado fue la de lograr
ubicar adecuadamente a la Iglesia en la sociedad tal y como se iba perfilando
por entonces. Para ello, por medio de una hábil política eclesiástica,
buscó mejorar en lo posible las frágiles o quebradizas relaciones
con los diversos Estados europeos.
Para entonces las posesiones territoriales del papado —luego
de serle arrebatados los estados pontificios— se reducían a un minúsculo
estado: el Vaticano. Al publicar su primera encíclica, el Papa León
XIII aclaraba que, en este sentido, la Iglesia jamás había
perseguido el gobierno temporal por ambición o por afán de
dominio, sino porque «cuando se trata del poder temporal de la Sede
Apostólica, está a la vez en juego el bienestar común
y la salvación de toda la sociedad humana». Se trataba de la
independencia y de la libertad de la Iglesia para cumplir con su misión.
En lo que se refiere a las negociaciones diplomáticas
con el Estado italiano no se dieron frutos positivos. Tampoco fueron mayores
los éxitos en las relaciones con el Estado francés, aunque
con el alemán sí se dieron mejores resultados: se obtuvo la
paz y tranquilidad para los católicos que por ese entonces se habían
visto gravemente afectados por la "guerra religiosa" o Kulturkampf, emprendida
por Bismark por medio de leyes, publicadas principalmente el año
1873, contra el clero católico y los demás fieles. Asimismo
fue exitoso el arbitraje ejercido por León XIII en torno a las Islas
Carolinas, cuya posesión territorial se disputaban Alemania y España.
El Papa León XIII sería llamado a la casa
del Padre Eterno a los casi 94 años, el 20 de julio de 1903. Tras
de sí había dejado un valiosísimo legado a sus hijos
y a la humanidad entera.
Sin duda, su amoroso servicio pastoral ha redundado en inmensos
beneficios para la Iglesia de nuestro siglo, frutos de los que podrá
cosechar la Iglesia también en los siglos venideros. Verdaderamente,
como decía el Señor, uno es el que siembra, otro es el que
riega, otro el que cosecha y se beneficia con los frutos... y en los sabios
designios del Señor, lo que León XIII sembró, lo que
el Señor mismo ha hecho crecer y madurar por la gracia de su Espíritu,
eso es lo que hoy recibimos y cosechamos, los frutos de los que nos nutrimos.
Su Santidad León XIII,
con su firme y valiente defensa del hombre frente a los peligros de las erradas
concepciones antropológicas que nutren las ideologías y economías
de este siglo, ha hecho sentir muy fuerte en el mundo entero la voz de la
Iglesia que sale en defensa de lo que para ella es lo más sagrado:
el ser humano y su dignidad, dignidad que le viene de ser hijo de Dios, por
quien Cristo en la cruz pagó un precio de Sangre.
El "rugido" de León XIII sigue resonando fuerte en
el corazón de la Iglesia y en el mundo entero, recordando a todos lo
que casi un siglo después proclamaron los Padres conciliares: para
la Iglesia «nada hay de verdaderamente humano que no encuentre eco
en su corazón» (Lumen gentium, 1).
Documentos pontificios:
Encíclicas:
-Inescrutabili Dei Consilio
-Quod Apostoici Muneris
-Aeterni Patris Filius
-Arcanum Divinae Sapientiae