BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO
Pintor español. Nació en 1617
en el seno de una familia de catorce hermanos, de los que él fue el
benjamín. Quedó huérfano de padre a los nueve años
y perdió a su madre apenas seis meses después. Una de sus hermanas
mayores, Ana, se hizo cargo de él y le permitió frecuentar el
taller de un pariente pintor, Juan del Castillo.
En 1630 trabajaba ya como pintor independiente en Sevilla y
en 1645 recibió su primer encargo importante, una serie de lienzos
destinados al claustro de San Francisco el Grande; la serie se compone de
trece cuadros, que incluyen La cocina de los ángeles, la obra más
celebrada del conjunto por la minuciosidad y el realismo con que están
tratados los objetos cotidianos.
El éxito de esta realización le aseguró
trabajo y prestigio, de modo que vivió desahogadamente y pudo mantener
sin dificultades a los nueve hijos que le dio Beatriz Cabrera, con quien contrajo
matrimonio en 1645. Después de pintar dos grandes lienzos para la
catedral de Sevilla, empezó a especializarse en los dos temas iconográficos
que mejor caracterizan su personalidad artística: la Virgen con el
Niño y la Inmaculada Concepción, de los que realizó
multitud de versiones; sus vírgenes son siempre mujeres jóvenes
y dulces, inspiradas seguramente en sevillanas conocidas del artista.
Tras una estancia en Madrid entre 1658 y 1660, en este último
año intervino en la fundación de la Academia de Pintura, cuya
dirección compartió con Herrera el Mozo. En esa época
de máxima actividad recibió los importantísimos encargos
del retablo del monasterio de San Agustín y, sobre todo, los cuadros
para Santa María la Blanca, concluidos en 1665. Posteriormente trabajó
para los capuchinos de Sevilla (Santo Tomás de Villanueva repartiendo
limosna) y para el Hospital de la Caridad (cuadros sobre las obras de misericordia).
Murillo destacó también como creador de tipos
femeninos e infantiles: del candor de La muchacha con flores al realismo vivo
y directo de sus niños de la calle, pilluelos y mendigos, que constituyen
un prodigioso estudio de la vida popular. Después de una serie dedicada
a la Parábola del hijo pródigo, se le encomendó la decoración
de la iglesia del convento de los capuchinos de Cádiz, de la que sólo
concluyó los Desposorios de santa Catalina, ya que falleció,
mientras trabajaba en ella, a consecuencia de una caída desde un andamio.
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(Samuel Miranda)